Cambió su destino. Lo hizo y marcó el camino que quiso a su hoja de ruta. Lo concretó contra todos los pronósticos. Philip Boit nació el 12 de diciembre de 1971 en Eldoret, algo así como la meca del fondismo mundial. El lugar, el Valle de Rift, en el que se forjaron desde finales de los años ´60 los mejores corredores de fondo del mundo. A poco más de 2000 metros sobre el nivel del mar, allí, en el corazón de Kenia, la lista de atletas de medio fondo y fondo es tan frondosa que basta para ejemplificar que, para cada Juego Olímpico, más de 200 maratonistas hombres y cerca de 100 mujeres, disponen de marca olímpica. Sin embargo, sólo pueden acceder 3 deportistas por cada sexo.
Con ese antecedente, la vida de Boit estaba destinada a conducirse por esos carriles, los del atletismo. Incluso, por estirpe familiar, parecía un hecho. De hecho, cuando Philip tenía menos de un año, su tío Mike Boit se quedó con la medalla de bronce en los 800 metros de los Juegos Olímpicos de Munich 1972. Impulsado por el ADN del apellido Boit, un linaje de atletas fuertes y resistentes, el joven Philip, desde muy chico, siguió los pasos que creyó correctos. Por ello, para robustecer el físico y la mente, solía ir y volver del colegio al compás de sus pies. El tap tap tap tap de sus pies sobre la tierra colorada formaron callos y endurecieron su espíritu. De hecho, de chico ganó varias competencias infantiles y se destacó entre sus pares. Pero claro, eso no le garantizaba nada. Mucho menos en un país en el que el atletismo se convirtió en lo que en otras latitudes es el fútbol o el básquet: un salvoconducto hacia una vida mejor. Por caso, Kipchoge Keino, Bernard Lagat o Eliud Kipchogue son testimonios reales de cómo el deporte más antiguo de todos los hizo tan globales como millonarios.
Philip llegó a correr los 800 metros en 1m46s06, apenas 5 centésimas menos con los que su tío Mike había logrado el bronce en Munich 1972, en una recordada carrera. Pero a mediados de los ´90 esa marca no era suficiente para aspirar a estar dentro de la excelencia africana. Por eso, ya más grande, la búsqueda de Philip empezó a parecerse más a una quimera que a una realidad plausible y concreta. Su deseo de encontrar en el atletismo un camino empezó a tenderle una zancadilla. Una tras otra. Algo frustrado, a principios de 1996, el destino se acordó de Boit y le tendió una sonrisa. Con 25 años, ya no estaba en condiciones de intentar vivir solo del atletismo y trabajaba de lo que podía: chofer de Matutus (así se llaman a los pequeños colectivos en Kenia), trabajador del campo y todo lo que estuviera a su alcance y le diera la oportunidad de seguir insistiendo con el atletismo. La todopoderosa empresa deportiva Nike tenía una idea: con los dotes físicos de los corredores keniatas pensaron en formar una dinastía de esquiadores de fondo. La idea era demostrar que los keniatas eran algo así como el ideal del deporte y, dado su excelente rendimiento era excelente en pruebas de medio fondo y fondo, podría exportarse ese talento al esquí de fondo.
En un viaje a Eldoret, la marca de Oregon seleccionó a Philip Boit y Henry Bitok, dos amigos de la infancia, para llevar a cabo su proyecto en el que, en verdad, su prioridad era potenciar su campaña global “Just do it” (solo hazlo) que, por aquel entonces, pugnaba con adidas, su histórico adversario comercial, que propulsaba el “Impossible is nothing” (nada es imposible). Por aquel entonces, por qué negarlo, una verdadera batalla del marketing. La propuesta de Nike, que había nacido a fines de 1988 cuando sus ventas estaban aún por detrás de Reebok, logró que sus ventas subieran de manera estratosférica. Así, la creación del publicista Dan Wieden, logró achicar el margen y pelear de igual a igual con la legendaria marca de las tres tiras. Tiempos de ideas extravagantes, algunas incluso bizarras.
En un principio, Philip Boit y Henry Bitok empezaron a entrenarse en Kenia con esquíes con ruedas para iniciar la adaptación al nuevo estímulo deportivo. Luego llegó la etapa real, la concreta que los llevó a entrenarse en la fría Finlandia. Allí cambiaron las ruedas de los esquíes por unos verdaderos que se deslizaban por la nieve. Tanto Boit como Bitok sabían que uno solo podría estar en los Juegos de Nagano 1998. Kenia tenía una sola plaza. Era uno u otro que estaría en la prueba de 10 kilómetros que lo elevaría al estatus de primer atleta, nacido y criado en África, en competir en los Juegos Olímpicos de invierno. El caso cercano era el de Lamine Gueye, quien había participado por Senegal, pero Gueye vivía desde los 4 años viviendo en Suiza.
“Fue un poco desafiante al principio porque nunca había experimentado un clima frío como ese en mi vida. Incluso ponerme los esquís fue tan difícil. Pero después de un tiempo, aprendí a adaptarme”, contó Boit. Y agregó: “Me caí tantas veces. Al ir cuesta arriba, los esquís estaban acumulando nieve. ¡Era como si me hubiera puesto zapatos de tacón alto!”.
En concreto, Boit no tuvo una buena actuación en Nagano, donde además fue el abanderado por su país. Finalizó último en el puesto 92, a más de 20 minutos del noruego Bjørn Dæhlie, que decidió esperarlo en la línea de llegada y retrasar la entrega de medallas. En su visión, lo de Boit era una formidable demostración deportiva: “Todos habíamos escuchado hablar sobre él. Escuché por el sistema de altoparlantes que casi estaba terminando y me impresionó que pudiera terminar la carrera en condiciones tan adversas. Quería esperarlo, ver a este valiente atleta africano terminar la carrera”. A partir de ese momento, Boit y Dæhlie se hicieron grandes amigos. En su honor, Philip le puso Dæhlie como nombre a uno de sus hijos.
Boit regresó a Kenia como un verdadero héroe. Otro rey sin corona. Un año después, con el último puesto en el Mundial de Austria, Nike le retiró el apoyo y Boit quedó huérfano de sostén. Eso no me impidió volver a los Juegos de Salt Lake City 2002, donde quedó 64º y 77º en las dos pruebas de esquí de fondo en las que participó. Mientras que en Turín 2006 corrió en los 15 kilómetros y quedó 91º.
Boit abrió el camino a su continente en el mundo olímpico de invierno. Lo siguieron atletas de Zimbabwe, Togo, Etiopía, Madagascar y Camerún.