El Perú está nuevamente en un escándalo. El llamado vacunagate puso a altos funcionarios del oficialismo y de la opsición, a periodistas y a empresarios en el ojo de la tormenta.

Todo comenzó con Vizcarra y siguió con Mazzetti. Salió entonces una lista de 487 personas que se habían puesto las dosis de sinopharm clandestinamente. Hoy es muy dificil defenderlos o justificarlos.

De igual manera, uno de los jefes de la investigación como Germán Málaga salío de defender a Cesar Loo, un dueño de un chifa, que recibió la vacuna, por una razon “bastante lógica”: los comisionados chinos se habían cansado del Burger King y querían otra cosa.

La solución fue darles chifa y vacunar al dueño del restaurente que compartiría espacio con los comisionados. Todo muy lógico. Obviamente, el restaurante de comida rápida respondió ante la acusación de cansar a los investigadores.

Sacó horas después una publicación en sus redes con una foto de sus hamburguesas y escribió: “Imposible cansarse”. Las redes, entonces, explotaron.

Así, el escándalo político ya pasó a un punto insólito: el humor. Ya solo la risa nos puede salvar. Y nonos salva de la corrupción. Solo nos salva del mal humor. En fin, el Perú…