Corría el año 2000 cuando Fabio Macellari pasó de compartir vestuario con sus compañeros del Cagliari a verse rodeado de nombres como Ronaldo Nazario, Andrea Pirlo y Javier Zanetti, con el desafío de defender los colores del Inter de Milán. A sus 26 años, luego de navegar por las aguas del ascenso, se encontraba el punto más alto de su carrera, aquel que le permitió dar un salto económico. Pero su cabeza no fue a la par de lo que sus pies le permitieron alcanzar.
El contexto y los flashes abrumaron por completo al lateral izquierdo, marcando el principio de un giro de 180 grados que tendría un desenlace dentro de una pandería y cortando leña.
Desde su debut como profesional, allá por 1992, Macellari estaba acostumbrado a ganarse la vida como lateral izquierdo de la Serie B. Dos ascensos a la primera división habían sido su máximo logro. Pro Sesto, Lecce y Cagliari supo ser su modesto curriculum durante sus primeros años. Hasta que su transferencia al Neroazurro, a cambio de 7 millones de dólares, además de significar el desafío de llegar en la elite deportiva, trajo consigo una repentina fortuna e inesperada una vida rodeada de lujos. Múltiples factores que el defensor estuvo lejos de saber administrar.
Fue cuestión para que la noche y los excesos jueguen una mala pasada. “Me divertí tanto que una persona normal necesitaría cuatro vidas para divertirse como lo hice en esos años“, admitió Macellari, en 2019, en diálogo con el medio Live-Non è la D’Urso. Confesó que las inversiones y negocios para generar cierto rédito para el día después del retiro nunca fueron lo suyo. En cambio, se sintió más comodo despilfarrando los excesivos números que adquirió su cuenta bancaria durante la única temporada que vistió de Neroazurro.
“Salía con amigos, pasaba la noche fuera, volvía por la mañana y llegaba tarde al entrenamiento. Pasar a las drogas fue de un momento a otro. Cuando eres joven no te das cuenta de lo afortunado que eres porque hay mucha ganancia”, continuó su relato. Pero tanta diversión, tuvo sus consecuencias. Y de jugar con Ronaldo tras un pase millonario al Inter, pasó a tener una realidad actual totalmente distinta.
Del fútbol a las harinas
“Tiré todo a la basura“, fue la manera en la que, haciendo retrospectiva, el italiano de 45 años calificó su accionar durante su época como jugador. Es que el presente le pasó factura. Tras su retiro en el 2015, con la camiseta del Bobbiese, su tarjeta de crédito en rojo y los flashes fuera, recibió un golpe de realidad que lo obligó a encontrar una nueva forma para subsistir. Y lejos de que la pelota le ofrezca una segunda oportunidad, debió hallar respuestas de la mano de un hacha y la harina.
Sí, a pesar que suene incrédulo, en el lapso de una década y monedas, Macellari pasó de ser el lateral del Inter de Milán a desempeñarse como panadero en un local a las afueras de Italia, mientras que en sus tiempos libres hace las veces de leñador. “Cuando dejas de jugar, el dinero no alcanza para mantener ese estilo de vida”, justificó acerca de los motivos que lo llevaron a su nuevo estilo de vida.

Fabio Maceralli antes de pasar al Inter (Getty)
Y agregó: “Soy panadero y leñador. La panadería no es mía, trabajo allí cuando están mis amigos. No puedo quedarme quieto: si no estoy en la panadería, estoy en el tractor en las montañas cortando madera”.
La ilusión de una nueva amistad con el fútbol
Macellari es consciente de que aquella fortuna que supo adquirir a principios de su siglo, y que podría haber -al menos- logrado mantener con otras decisiones, le costó caro en su relación con el fútbol. Mientras disfrutaba de la noche italiana, nunca logró afianzarse en el Inter. Disputó únicamente siete partidos y terminó recalando en el Bologna, luego tendría un segundo ciclo en el Cagliari y, poco a poco, su rastro se iría perdiendo, a la par que sus números eran cada vez más negativos.
Sin embargo, sueña con que el destino le tenga preparado un nuevo cruce con la pelota. “Me gustaría trabajar en la Serie A“, reconoce. “Por mi pasado y los errores que cometí, es difícil de esperar, pero tengo la conciencia tranquila y hoy tengo otra vida. Espero que alguien vuelva a confiar en mí“, profundiza, mientras cruza los dedos, a la espera de una nueva oportunidad acompañada de la disciplina que en su momento no lo acompañó.







