LA TRISTE REALIDAD
Por Darío Sanhueza
Partamos por lo positivo. A estas alturas, es increíble que sea algo digno de ser destacado, pero considerando todo el contexto previo, los incidentes en partidos anteriores en el Monumental y los actos de violencia en otros estadios y relacionados a otros clubes, al menos el partido por Copa Libertadores ante Boca Juniors se pudo jugar.
También fueron positivos los primeros diez minutos, con un Cacique intenso, con la motivación a tope y que ya al minuto de juego tuvo una clara chance en los pies de César Fuentes, que encontró buena resistencia del mundialista arquero Romero.
Se notaba que a los argentinos les costaba algo acomodarse en el espantoso césped del Monumental. A este respecto, las condiciones actuales son realmente una vergüenza y un insulto a la historia de esta cancha, parecía que hubiese caído un aguacero inmisericorde hasta una hora antes del partido. Más grave aún es la situación considerando que durante meses se realizaron obras para cambiar el césped. Alguien tiene que rendir cuenta por esto.
Pero volvamos al partido. Finalmente luego de unos diez minutos, Boca se acomodó, metió una daga afilada que encontró la buena respuesta de De Paul y del palo derecho del arco norte, pero en la siguiente Advíncula hizo, irónicamente, una jugada propia de Barticciotto para clavar el 0-1. La diferencia de jerarquía en su máxima expresión, Colo Colo haciendo el gasto, jugando cerca de sus mejores posibilidades en esta precaria actualidad, pero igualmente perdiendo con un rival que pese a no tener nombres tan rimbombantes como otras versiones que han visitado Pedrero, se imponía con cierta tranquilidad e insinuando una superioridad física que finalmente se haría patente en el complemento.
Sin la efervescencia del primer tiempo, el Popular siguió intentando en el segundo lapso, hasta que cayó en un espiral de desgracias. El no-penal a Bouzat que perfectamente pudo costarle la segunda amarilla, y un chuletón desproporcionado de Dani Gutiérrez a un xeneize genérico, fueron el presagio del fin. El terrible error de criterio de Falcón, superado físicamente por un Vázquez que no necesitó más que poner el cuerpo para dejar solo a Villa y marcar un 2-0 que se veía imposible de remontar, sensación que no encontró más que una irreversible corroboración con la irresponsabilidad de Palacios -que dentro de todo había hecho un correcto primer tiempo-, quien hizo el gesto técnico de pegarle a un zapato para dejarlo abajo del clóset, impactando a un boquense y ganándose una evitable roja.
.Hay rendimientos individuales bajísimos, especialmente en el mediocampo: Gil exaspera hasta al más mesurado de los simpatizantes, Pavez no ejerce liderazgo ni anímico ni en el juego, Fuentes corre mucho pero no tiene sensibilidad en los pies. Sólo destacar que gracias a De Paul no nos comimos dos goles más, y que Damián Pizarro, pese a la ausencia de gol, sigue siendo el único 9 del equipo que es capaz de autogenerarse oportunidades luego de recibir melones, sandías y zapallos, y en este partido fue el único capaz de competir físicamente con los argentinos.
¿Y la cabina técnica? Bien, gracias. Quinteros pasó desde la histeria más efervescente en el primer tiempo, hasta un nivel de inacción digna de un gomero en el segundo. Es cierto que en la banca no había demasiado, pero jamás hubo respuesta, sólo entregarle “garbage time” como dicen en la NBA a los jóvenes Oroz, Pizarro y Soto para que puedan poner en sus currículums que jugaron Copa Libertadores. Queda una inevitable sensación de agotamiento progresivo del ciclo del argentino-boliviano, lo de este partido ante Boca fue muy decidor en cuanto a las capacidades e intenciones de respuesta ante el devenir de los acontecimientos.
Y así se fue el partido, sin gloria y con pena. Esta es nuestra triste realidad, finalmente. A seguir peleando, jugando sin gente, y después, rogando cada partido con público que no pase nada que impida jugarlo.
