En Dog Day Afternoon (Sidney Lumet, 1975), Al Pacino interpreta a Sonny, un improvisado asaltabancos que se convierte en una especie de rockstar para los ciudadanos mirones que atestiguan la toma de rehenes que ha ejecutado durante el asalto a un banco. Avalan sus acciones. Le echan porras, lo animan y se suman a sus reclamos hacia la policía. Lo convierten en un inesperado ídolo del momento. Pero todo se viene abajo en cuanto se enteran que es homosexual. Lo abuchean e incluso lo consideran un traidor porque no dan crédito a que sea gay alguien con capacidad de hacer visible la ineptitud policiaca. Lo repudian inmediatamente por su preferencia sexual.
La película cumple 47 años de haberse estrenado y esa actitud hacia la homosexualidad persiste. La alegoría en esa ficción es una realidad que encaja en cualquier ámbito de nuestra vida diaria. Y el futbol no es la excepción. Al futbolista en general se le prohíbe ser gay en público, no tiene derecho a ser quien es porque se ha construido un discurso machista y viril alrededor del balón. ¿Qué pasaría si el ídolo de una afición se toma la libertad de mostrar su amor por un hombre? Muy probablemente se le acabe la carrera. El universo futbolístico puede perdonar cualquier cosa en un jugador, desde violencia intrafamiliar hasta abusos sexuales, menos que sea abiertamente homosexual.
Por fortuna no todo el futbol es así. Muestra de ello es la Liga MX Femenil. Podrá tener claras fallas deportivas urgentes de atender pero el torneo mexicano femenil ha contribuido con un aspecto sociocultural de impacto positivo: la apertura al libre derecho de expresar abiertamente las preferencias sexuales.
“Siempre he creído que futbolistas y periodistas deben ver más allá de lo deportivo, es decir, ser factores de cambio en la sociedad. La creación de la liga femenil en México trajo eso desde un inicio. Primero por abrirse espacio en un deporte que erróneamente se había creído exclusivo para hombres, tanto en la cancha como en medios de comunicación, y después con normalizar algo que ni siquiera debería pedir permiso de normalizarse, tal es el caso de asumirse homosexual sin tener que esconderse”, comenta Andrea Sierra, directora de Campeonas MX, a Bolavip México.
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Pone sobre la mesa el nombre de Janelly Farías como una de las protagonistas de este cambio. La jugadora hizo visible la existencia de la homosexualidad femenina en el futbol con naturalidad. Ese mensaje fue tan importante que compañeras, aficionadas, comunicadoras y periodistas también tomaron la decisión de no ocultar quienes son en su totalidad. Por el contrario, y sin que se hayan puesto de acuerdo, se acompañaron en este proceso; la sororidad.
“Lo que ha hecho Janelly es importante porque también trasciende fuera de la tribuna. Me refiero a que aficionadas parten de ese ejemplo para decir en sus familias que son lesbianas. Puede ser que las rechacen en sus hogares, pero se animan a salir del clóset, como se dice vulgarmente. Que tengan una referente así, y que además es una guerrera en la cancha, significa mucho. Ojalá no vuelva a ocurrir lo que sucedió con Alondra González, que debió emitir un comunicado. Nadie debe publicar un boletín para explicar a la gente que tiene gusto por una mujer o por un hombre”, precisa Andrea.
Por otra parte, no es menor que mujeres representantes de la prensa deportiva hayan hecho público su amor por otra mujer en pleno ejercicio de sus emociones y sentimientos a la par del desarrollo de la Liga MX Femenil: “Que una periodista o un periodista diga que es homosexual era impensable. Con el futbol femenil eso ha podido ser posible. Pero ojo, eso implica responsabilidad. Si nos asumimos como factores de cambio tenemos que ser responsables con lo que escribimos, hablamos y transmitimos. Si ya dimos este gran paso, podemos dar varios más para vencer tabúes, barreras machistas o misóginas”.
Contenta por los avances que han tenido las mujeres en el futbol, Andrea incluye a los hombres. Reconoce que muchos se han sumado a esta evolución porque han comprendido que no se trata de una batalla entre sexos sino de una convivencia humana con el deporte como excusa y sano entretenimiento. Eso puede apreciarse en aquellos varones que acuden a los estadios para alentar a sus futbolistas y ven como algo normal que dos chicas se tomen de la mano o se besen.
Quizá lo único que todavía le genera inquietud a Andrea es la incongruencia de los clubes para abordar las preferencias sexuales en sus planteles. Mientras que con los femeniles han sido abiertos, no ocurre lo mismo con los varoniles, equipos donde la homosexualidad continúa tratándose como el tema intocable.