Pertenezco a la generación que en Estados Unidos 1994 descubrió por primera vez lo que significa apoyar, entusiasmarse y entristecerse con la Selección Mexicana en una Copa del Mundo. Si bien es cierto que el vínculo inmediato era la camiseta en sí por tratarse del equipo nacional, también es verdad que la conexión con la plantilla de aquella edición se fortaleció en función de los propios jugadores. Desde el carisma de Jorge Campos para ser ídolo incuestionable por el colectivo general hasta el liderazgo de Alberto García Aspe, el Tri tenía elementos especiales de simpatía para conectar con la afición.

Entre esos elementos estaba también el tiro de larga distancia, herramienta para la cual México tenía especialistas con distintas cualidades y había confianza ciega en cada uno de ellos, ya fuera que le pegaran al balón en movimiento o a balón parado. Alberto García Aspe, Ignacio Ambriz y Marcelino Bernal tenían cañones en sus piernas; Benjamín Galindo, el toque elegante y preciso con ambas piernas; Joaquín del Olmo, potencia y colocación; Luis García, la pulcritud de una media vuelta que buscaba el espacio bajo del arco. 

 

Si el plan de juego no resultaba por las bandas, se intentaba por el centro con el añadido de que se contaba con futbolistas con la capacidad de disparar desde fuera del área. Sin embargo, esa gama de tiradores no iba a volver a repetirse. El tiro de larga distancia fue extinguiéndose como recurso en el jugador mexicano. Pese a que aparecieron después en lapsos intermitentes Cuauhtémoc Blanco, Pável Pardo, Ramón Morales y Rafael Márquez, e incluso un voluntarioso Gerardo Torrado por querer intentarlo, al balón dejó de pegársele. Andrés Guardado, quien en sus comienzos con Atlas fue un notable rematador, paulatinamente suprimió de sus virtudes al disparo lejano.

Voces argumentan que el futbol cambió. Claro, su evolución así lo demanda. Sistemas tácticos y estrategias exigen otras condiciones, pero no por ello están peleados con el tiro de larga distancia. Entonces, ¿qué pasó con el futbolista mexicano? ¿Por qué la mejor herramienta que llegó a tenerse dejó de procurarse? ¿Es responsabilidad del futbol que se practica a nivel profesional en el país, de los formadores, del propio jugador? 

Recientemente se hizo viral un video en el que se escucha a Carlos Salvador Bilardo mencionar al aire la palabra “arco” un segundo antes de que Maxi Rodríguez le pegara de primera intención para hacer el golazo con el cual Argentina eliminó a México en Alemania 2006. Durante esa narración en vivo del partido, y con una sola palabra dicha, el legendario entrenador argentino puso de manifiesto que el remate fuera del área está en el pensamiento de quien se dedica al futbol, casi como un acto natural. No pudo ejemplificarse de mejor manera que con el disparo de Maxi, quien también evidenció la lectura mental que se tiene de buscar la portería rival con el tiro de larga distancia. 

Viene a colación este episodio con Bilardo y Rodríguez para ahondar en el futbolista mexicano. En el amistoso que el Tri perdió contra Suecia en este 2022, Jorge Sánchez tuvo la clara posibilidad de pegarle a la pelota en los linderos del área, pero no quiso hacerlo y la acción culminó con una jugada intrascendente. Esa misma desconfianza se tuvo en Qatar 2022 contra Polonia. Repetir esa acción en dos partidos consecutivos no es circunstancial. Bajo la consideración de que su perfil no es el de un tirador, se le puede excusar. No obstante, el pensamiento del remate con dirección al arco como recurso no lo posee, o al menos eso hizo parecer.

En contraste, Luis Chávez lo tiene muy desarrollado. El poema de gol hecho a Arabia Saudita fue la perfecta culminación de sus esfuerzos por mostrar y demostrar que el remate lejano anida en su mente y convicción de juego. Se animó a hacerlo con la pelota detenida o moviéndose, tanto en situaciones que buscó o le fueron propicias para hacerlo. 

Para fines prácticos de la ilusión, su gol no sirvió para la causa de clasificar a Octavos de final. Ello no le resta importancia a su pintura. De hecho, tuvo el mérito de desenterrar de sus ruinas una herramienta que el futbol mexicano se encargó de sepultar. Vino a recordar que el tiro de larga distancia continúa siendo eficiente en la actualidad y que el jugador nacional preserva esa cualidad en sus piernas y pensamiento. La cuestión ahora radica en saber cuánto tiempo pasará para que aparezca otro irreverente así. Y es que lo que en 1994 fue costumbre, hoy día es osadía.