Messi termina siendo la válvula que destapa un montón de ilusiones y frustraciones, que en realidad nada tienen que ver con el 10, sino que radican en distintos aspectos del fútbol y la vida misma. ¿Está bien descargarse con los jugadores? ¿Tienen la culpa? ¿Qué podemos hacer? Un montón de interrogantes que vale la pena afrontar.

“Estoy cansado, quiero ganar un título con la Selección” sentenció Messi antes de la Copa América, entendiendo que era el momento de cortar con el estigma que carga, por error, desde el primer día que se recibió de crack.

¿Por error? Por errores, de todos, nuestros, de él alguno quizá, pero de todos. ¿Tiene Messi la culpa de los 22 años sin títulos que lleva la Selección Argentina? ¿Tiene la culpa del contexto geopolítico y social que eternizaron el mito de Maradona en donde se lo quiere ubicar?

Para nada, muy lejos. Es simplemente un jugador, el mejor de todos hoy en día, que se le exige como tal, y eso está bien. Y las críticas, duras, están bien también, o al menos son esperables, y justas. Pero frenemos un poco, al menos cuando pase la euforia, y estudiemos el contexto.

Argentina no gana un título hace 22 años por una conjunción de errores innumerables, que sin ir más lejos se entienden desde un cambio rotundo de filosofías entre el juego que predicaba Sabella y el que ahora intenta imponer Martino. Algo inversamente proporcional a lo de Chile, que coronó varios años de coherencia y mejora con Bielsa, Borghi (el único un poco diferente quizá) y Sampaoli. Y esto es solo un aspecto de todas los análisis posibles, que incluso perderían peso si Higuaín llegaba a tiempo a ese pase (flojo) de Lavezzi.

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Los términos “cagón” o “pechofrío” son nada, son meras expresiones utilizadas ante la pereza intelectual que a muchos les da el análisis. Los cómo, cuándo, dónde y por qué son fundamentales si uno quiere describir. Y aquellos atajos verbales nos facilitan la tarea de ponernos a pensar y todo tipo de improperios para los que no hay tiempo, ni ganas.

Sí, se puede, se puede insultar por redes sociales, vomitar editoriales e indignarse en el almuerzo. Es el contrapeso ineludible de los elogios que luego ensalzan los momentos consagratorios, que los hacen lo que son, que los ponen en determinado lugar a los jugadores de fútbol, al fútbol. Social, económico, cultural y simbólico. Y así como son aclamados en la victoria, son apedreados en la derrota. No sabemos si está bien o mal esto, pero no vamos a cambiar la composición del fanatismo y las emociones humanas desde una columna. Al menos no hoy.

Pero sí podemos comprenderlo, y al comprenderlo disuadirlo. Si uno logra encerrar esa euforia, si logra ponerla en perspectiva, se hace más llevadera toda esta locura. Podemos indignarnos y gritarle pechofrío a Messi, vendehumo a Mascherano, mientras se nos enfría el café. Pero una vez descargada la energía, recordar quiénes somos, qué hacemos, cómo pensamos; y quiénes son ellos, qué hacen, qué hicieron, qué pueden hacer. Y pensar también el por qué general, el todo. El por qué de la sequía de títulos que tiene Argentina, de por qué el rendimiento de Messi. Pensar incluso qué tan importantes son los títulos.

El fútbol se dirime entre procesos e instantes, que a veces se juntan, pero a veces no.

Alemania ganó la Euro 96 y desde recién en ¡2014! volvió a festejar un título mayor. En el medio perdió una final de Eurocopa y una Final del Mundo. Además de haber quedado eliminada en semis en su propio Mundial y de nuevo en 2010. ¿Habrán tildado de cagones y pechofríos a sus jugadores en el trajín? Y, probablemente sí, o al menos cierta parte de su público y prensa. Pero bueno, ahí la tienen hoy a la gran e incuestionable potencia. A la vista está el trabajo coherente y eficaz que se logró. Ese es otro cantar, pero es inevitable creer que mientras no se daba el ansiado título, los cuestionamientos eran similares, y seguirían hasta hoy si Palacio hubiese definido por abajo.

Messi es un gran jugador de fútbol, que genera alegrías y decepciones, más de las primeras que de las segundas, por más que las segundas sean más profundas (porque siempre es así, en todo). Y ya. Descansará, o no, y volverá a jugar, o no. Y otra vez nos volveremos a deleitar y quizá a decepcionar en algún que otro caso. Así pasa con casi todo.

Alemania tuvo 18 años de “frustraciones” antes de ser lo que es hoy.

La aparición de La Pulga, y todo lo que demuestra en ese hábitat llamado Barcelona, devolvieron las ilusiones de Argentina. Pero no sólo las ilusiones, sino también lo fáctico, ya que por segundo año consecutivo la Albiceleste se encontró en un final. Si se potencian las ilusiones, se potencian las frustraciones al mismo tiempo, la contracara de esa esperanza que no llega.

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Martino, y la AFA, deberán seguir trabajando para potenciar el equipo argentino, para mantener la competitividad en los momentos culmines, para dar ese salto de jerarquía que todavía le falta. El fútbol es colectivo, y la mejor versión de Messi no se vio (nunca hasta ahora) como consecuencia de ese contexto colectivo. Algo que es dificílismo de conseguir en una selección, que no dispone del mismo tiempo para trabajar que un club. Son muy pocas las selecciones que jueguen “bien” durante un período largo, son menos aún los jugadores que jueguen al mismo nivel que en sus clubes en la selección.

Pero bueno, ya comenzarán las Ligas, los campeonatos locales, y ahí Messi encontrará el descanso tal del que se habla. O no. Dependerá de los andares de su equipo. Y también comenzará nuestro descanso.

O no, dependerá de los andares de nuestros equipos.

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