Con apenas un puñado de minutos oficiales pero con un talento que desborda en cada contacto con el balón, Ángel Correa deslumbra desde el Atlético a toda España.

Del humilde barrio de Las Flores, en Rosario, a la imponente Madrid, previo paso por San Lorenzo, donde su historia comenzó a escribirse con mayúsculas, el argentino mostró que en Manzanares no tienen nada que envidiarle a la Casa Blanca en cuestión de cracks.

Para Simeone, Correa es el jugador diferente que el Atlético tiene en los últimos metros.

No se necesita mucho para notarlo, porque Correa es de esos jugadores a los que sólo les basta con un control para decirle al mundo “soy brillante”. Tal vez por eso, cuando apenas suma un puñado de partidos oficiales, tiene fascinado a Diego Simeone y a toda la afición colchonera, a compañeros y directivos del club.

“Simeone me dijo que haga lo mismo de siempre, que juegue tranquilo, que este momento lo había esperado mucho tiempo”, dijo el delantero de 20 años el día de su debut, ante Las Palmas. Y para Correa, lo mismo de siempre es divertirse y contagiar a todo el que lo ve de esa desfachatez que le fluye con tanta naturalidad. Así lo hizo aquel día, y así lo sigue haciendo, como si la presión de estar dando sus primeros pasos en La Liga de las Estrellas no significara nada para él.

El gol del pasado fin de semana ante Eibar fue la primera gran coronación de todo lo bueno que ha hecho desde su llegada a Madrid, donde hasta le tuvo que pelear a una afección cardíaca que amenazó con sacarlo de las canchas mucho antes de que millones lo descubran. “Mi gol sirvió para la victoria del equipo”, dijo, tímido, tras el partido, como si afuera de la cancha no quisiera demostrar que, adentro, está para comerse el mundo.

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