Nueva Chicago descendió al Torneo Nacional pesa a derrotar 2-1 a Quilmes, ya que tanto Temperley como Huracán consiguieron un empate visiblemente pactado.

No será consuelo para los Hinchas del Matador, ni sentirán la vergüenza que deberían los del Globo, el Gasolero y sus cómplices de turno. Pero el único aspecto a destacar en una definición que volvió a dejar mal parado al fútbol argentino será la actitud con la que los dirigidos por Forestello y Sava salieron a afrontar un partido de vida o muerte.

Los empates entre Temperley y Argentinos, y Huracán ante Belgrano, condenaron a Chicago a pesar de la victoria.

Quilmes siempre intentó llevarse por encima a Chicago, incluso cuando en desventaja por el gol de Gagliardi sufrió la expulsión de Mariano Uglesich. Y los de Mataderos, por su parte, fueron el único de los tres equipos comprometidos con el descenso que jugó para merecer quedarse en primera.

El empate del inagotable Rodrigo Braña, quien en otra muestra de la buena deportividad no pudo contener la bronca al ser sustituido, fue como una puñalada al corazón del Torito, mientras en Temperley y en Parque Patricios los protagonistas decidían prestarse la pelota.

Por eso el gol de Mauricio Carrasco no sirvió más que para que tanto Forestello como sus dirigidos inflen el pecho y se despidan de la gente que los alentó con ilusión y que dejó el estadio con hidalguía, con el ánimo por los suelo pero con la certeza de que el equipo de sus amores merece regresar pronto a Primera División.

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