En los Juegos Olímpicos de Río 2016, Pita Taufatofua saltó a la fama . El deportista de Tonga se hizo mundialmente conocido luego de lucir (y relucir) su espectacular y esculpido torso en la Ceremonia de Inauguración de aquella cita olímpica. En su rol de abanderado, Taufatofua encabezó a la delegación de siete deportistas tonganos. Vestido con la a ‘ta’ovala’, la indumentaria de tela que mujeres y hombres tonganos se atan alrededor de la cintura en todo tipo de ocasiones formales y que es considerada el equivalente a la corbata en Occidente, con abundante cantidad de aceite en el torso, proporcionando un brillo satinado notable, el atleta había se había clasificado en taekwondo, deporte que practica desde los 5 años.
La decisión de convertirse en olímpico la tuvo en 1996, cuando, al regresar a su país, el boxeador Paea Wolfgramm -el primer y hasta ahora único medallista olímpico de Tonga-, con la presea de plata tuvo un breve encuentro con Taufatofua y provocó en el joven de 13 años un deseo irrefrenable por llegar al Olimpo deportivo o, al menos, a intentar arribar al selecto grupo de deportistas olímpicas, un título que, más allá del resultado, queda para simpre. “En ese mismo momento me di cuenta de que necesitaba convertirme en deportista olímpico. Necesitaba ser como él. Nadie me creyó, pero aquella idea se metió en mi cabeza y nada fue capaz de acabar con ella por muy malos momentos que estuviera viviendo mi familia”, recordó tiempo atrás el propio Taufatofua.
Nacido el 5 de noviembre de 1983 en Australia, pero criado en Tonga, donde estudió en Tonga Side School y Tonga High School, Pita es una mezcla de un padre tongano y una madre australiana y británica y en Río tuvo un discreto papel. Al menos, en lo deportivo dado que quedó eliminado en el primer combate por un marcador de 16-1. Sin embargo, su figura se hizo un símbolo, un ícono que trascendió el deporte, el mero hecho deportivo. Vale mencionar que Tonga tuvo más de 40 millones de menciones en las redes sociales en apenas una hora, tras su magnánima aparición. Por caso, el The Wall Street Journal lo definió asó: “Seguramente la entrada más impactante de la historia de un abanderado”.
Y dos años después, en los Juegos Olímpicos de Invierno de Pyeongchang 2018, Pita volvió a competir. Pasó del tatami a la nieve para convertirse en el primer atleta de Tonga en participar de unos Juegos de Invierno. Lo hizo en esquí de fondo. Y volvió a ser el abanderado de su país. Terminó en el puesto 114 gracias a que hubo dos descalificaciones, las del español Martí Vigo del Arco y el italiano Dietmar Noeckler,23 minutos más tarde que el ganador DarioCologna. “Fue un milagro. No me caí… Durante la última vuelta pensaba: ‘Dios, por favor, que no me caiga delante de todo el mundo, permíteme acabar la prueba con la suficiente fuerza…” , dijo sonriente tras el esfuerzo de haber completado la prueba de 15km. Y agregó: “La gente en general tiene miedo de fallar, tiene miedo a las críticas, teme lo que sus padres puedan decir sobre cosas y luego no hacen nada” .
Pita, deportista multifacético, quien trabajó como modelo desde antes de los 18 años, tras los Juegos de Río 2016 se hizo activista por el medio ambiente y, adempas, se convirtió en embajador de UNICEF para ayudar en distintas obras de caridad para niños sin hogar. Fue tal impacto mediático que Hollywood lo tentó para llevar a la denominada pantalla grande su historia. Sin embargo, se negó: “Dije que no porque iban a mostrarme como no soy”.
Para Tokio 2020, donde volvió a competir en taekwondo, Taufatofua intentó primero clasificarse en canotaje. Pero no lo pudo conseguir dado que se lesionó en la espalda (una costilla fisurada) durante la preparación y cuando se recuperó no pudo salir de su país para el Preolímpico por la pandemia global por Covid-19.
La historia de Pita Taufatofua, como la de Eddie el Águila, unen al extremo el sueño iniciático de Pierre de Coubertin, el fundador del Movimiento Olímpico moderno, quien dijo que lo más importante en los Juegos Olímpicos no es ganar, sino participar.