Manchester City arribó a la gran final de la presente edición de la UEFA Champions League como el gran favorito para quedarse con el título pese al buen momento de Chelsea. Los Citizens llegaron con un andar muy aceitado, dejando en el camino, con autoridad, a Paris Saint-Germain, y ganando paralelamente la Premier League de Inglaterra.

Sin embargo, los de Londres dieron el gran golpe y dejaron a Manchester City sin nada. De principio a fin, Chelsea se mostró superior a su rival de turno y se terminó quedando con una victoria por la mínima diferencia gracias a la anotación de Kai Havertz instantes antes de que termine el primer tiempo. Celebración y júbilo en los Blues capitalinos.

Pero lo cierto es que el gran triunfo de Chelsea sobre Manchester City se gestó en el banco de suplentes. Es que, para sorpresa de muchos, Thomas Tuchel le pegó una auténtica paliza táctica a Josep Guardiola, que había sabido ser campeón de la Champions League en dos ocasiones y ambas con Barcelona, tanto en 2009 como en 2011.

El alemán, con pasado reciente en Borussia Dortmund y Paris Saint-Germain, aplicó un esquema muy acertado y fue adaptando la idea a las exigencias del partido. Tomó a los tres hombres más adelantados de Manchester City con Azpilicueta, Thiago Silva -luego Christensen- y Rudiger y maniató la gestación rival poblando el medio y clausurando las bandas con James y Chillwell.

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Por el contrario, Pep equivocó el camino, la idea y las formas. Salió al campo con un once prácticamente inédito, no solamente sin centrodelantero sino también sin volante de corte. Ni Fernandinho ni Rodri estuvieron desde el arranque yGundogan fue una sombra que no respondió en ese sector. A su vez, Manchester City se vio desequilibrado e inconexo.

Posteriormente, Tuchel hizo una muy buena lectura de los momentos y de las necesidades, haciendo los cambios a tiempo, recurriendo a la velocidad de Pulisic para los contragolpes y la presencia de Kovacic para manejar los tiempos. Mientras tanto, Guardiola demoró las modificaciones cuando se caía de maduro el ingreso de un ‘9’.

Así fue como, en la recta final del partido, Manchester City no pudo quebrantar en ningún momento el cerrojo defensivo que propuso Chelsea, intentando conservar la ventaja y lastimar con espacios. Una victoria absolutamente justa de los de Tuchel, que jugaron el partido con personalidad, oficio y carácter. Sí, como una verdadera final.