En un Mundial plagado de momentos históricos, oros compartidos, reivindicaciones, suspenso, confirmaciones y hasta una propuesta de matrimonio, la situación más bizarra se dio en la previa a las semifinales de los 200 metros masculinos: dos minibuses chocaron mientras trasladaban a algunos atletas y uno de ellos debió realizar la prueba con restos de vidrio en uno de sus ojos.
Los carritos, similares a los que se usan en los cambios de golf pero más grandes, se encontraron en una intersección y chocaron de frente, cuando trasladaban a varios atletas hacia el estadio para sus competencias. En uno de ellos iban los competidores de 200 metros, incluyendo a Noah Lyles, campeón en los 100 metros de Budapest y también el jamaiquino Andrew Hudson, quien se llevó la peor parte: debió correr con la vista borrosa.
“No sé qué pasó, es borroso. La carrera fue borrosa, mi vista está borrosa. Voy a asegurarme de que mi vista esté bien. Sólo estoy tratando de quitarme el vidrio del ojo. Regresé a la (sala) médica y el doctor dijo que tenía algunos fragmentos de vidrio en el ojo”, dijo después de la competencia en la que -claramente- no logró clasificarse a la final. Sin embargo, la organización decidió reclasificarlo al considerar que no corrió en igualdad de condiciones.
La lesión
Si bien se trató de un choque leve sin demasiadas consecuencias, al trasladarlo a la unidad médica descubrieron que el atleta de Jamaica tenía fragmentos de cristal en un ojo. Aunque le recomendaron no correr, para él no era una opción: no todos los días se puede competir en un Mundial. Sin embargo, la carrera no fue bien y acabó quinto su semifinal (20.38).
Ahora, igualmente, podrá competir por medalla al ser reclasificado. Aunque, dice, aprendió la lección: “Es mi primer Mundial, así que será memorable… Y quizás será mejor que vaya caminando la próxima vez”.