Ayer, el seleccionado argentino disputó uno de sus últimos encuentros previos a la Copa del Mundo. Los campeones de América derrotaron por 5 a 0 a Estonia en el encuentro disputado en Pamplona, España.
Laalbicelestevenía de ganar la Finalissima en el mítico Wembley luego de vencer por 3 a 0 a Italia, en el duelo que enfrentó a los campeones de América con sus pares de Europa. Se trata del segundo campeonato para el equipo nacional en menos de un año.
La ilusión del pueblo argentino es más que grande. Y en gran parte, esto se debe a Lionel Scaloni. El entrenador ha conseguido formar un grupo que parece haber destrozado la mala racha en instancias decisivasque aquejaba a la Selección en los años previos.
Pablo Carrozza, periodista que viajó a Europa para seguir a los campeones de América en esta gira, reveló que tuvo un encuentro fortuito con el de Pujato y lo relató en sus redes sociales.
“Les quiero contar una situación que he vivido esta mañana con una de las personas que más felices nos hizo en los últimos tiempos. Me encontré a Lionel Scaloni, DT de la selección, sólo, con una notebook, en una cafetería de mala muerte, en la estación de Pamplona”, arrancó.
El pujatense, que acababa de dar la vuelta ante Italia en Wembley, y golear a Estonia 5 a 0, trabajaba como un oficinista, a las 8.30 en el bar de la terminal. Me acerqué, le extendí la mano, le agradecí por su tarea en el equipo nacional, y decidí no volver a molestarlo.
A eso de las 9.00, subí al tren que me llevaba de regreso a Barcelona, y volví a cruzarlo. El hombre que nos había regalado la Copa América después de 28 años, con vuelta incluida en el Maracaná, hacía la fila con su valija y su barbijo, como un ser humano común y corriente.
De repente levanto la vista y observo que se sienta adelante mío. Cruzamos un par de palabras, se acomoda, y vuelve a abrir su notebook. Se pone a ver el partido de Uruguay con EEUU. Retrocedía y avanzaba las jugadas. Le ofrecí un mate y me dijo que no. Jamás dejó de trabajar.
En medio del viaje, que por cierto duraría unas 4 horas y media, Leónidas de Pujato le cedió su asiento a una señora, que quería ventanilla. Por supuesto, la mujer vasca no tenía la menor idea quién estaba sentado a su lado. Sospecho que el resto del vagón tampoco.
Ambos bajamos en Sants, una de las terminales de Barcelona. Se fue mezclado entre la gente común, como un hombre cualquiera. Llevando en su valija la ilusión de un país entero, que sueña con el mundial de Qatar. PD: El día que lo vuelva a cruzar, espero que me acepte un mate.