LA ETERNIDAD DEL ÍDOLO

Por Darío Sanhueza

 “Yo le doy alegría a la gente” (Esteban Paredes, “Zurdo”, cortometraje del 2014)

Y llegó el día. Ese día que muchos nos rehusábamos a que ocurriera, pero que si llegaba a suceder, a causa del maldito e inexorable transcurso del tiempo, queríamos que fuese tal como, finalmente, fue. El retiro de Esteban Efraín Paredes Quintanilla –así, con los dos nombres y dos apellidos– deja un vacío enorme en el corazón del hincha colocolino, pero con la emoción de que pueda haberse despedido del fútbol como corresponde, con un Monumental lleno, rodeado de su gente, con la cinta de capitán.

Quizás haya habido muchos jugadores salidos de nuestra cantera que finalmente hayan tenido una carrera aún más destacada, pero la diferencia la marca Esteban en todo lo que le entregó al pueblo colocolino mientras vistió nuestra camiseta, distinto al orgullo que, por ejemplo, se siente cuando un canterano albo triunfa en el exterior, que es muy bonito y muy legítimo, pero definitivamente no es lo mismo. Paredes siguió un camino distinto al de todos los otros ídolos: siempre fue hincha, pero se formó en otra institución, y tuvo que remarla muchísimo y aburrirse de hacer goles en el Chago para, por fin, llegar a vestir nuestra camiseta recién ad portas de cumplir veintinueve años. Si llegaba antes, probablemente se iba antes, y estaríamos hablando de un enorme jugador, pero difícilmente de un ídolo.

¿Cuándo se hizo ídolo Esteban? Hay quienes creemos que ya lo era en su primera etapa, cerrada con ese zurdazo al ángulo de Herrera en el arco sur de un Monumental vacío. Pero el 2014, cuando vuelve, resignando dinero, pidiendo la camiseta 30 porque ese es el campeonato que ganaría Colo Colo –cuando ya era traumático el asunto–, y prometiendo quince goles y termina anotando dieciséis con esa memorable manita a Ñublense, marca una historia que no tiene parangón.

Paredes quedará en la memoria del hincha albo. | Foto: Agencia UNO

Los números de Esteban son espectaculares. Por la dinámica cortoplacista del fútbol de hoy, es absolutamente imposible que volvamos a ver a un futbolista en nuestro país haciendo tantos goles en el mismo equipo, y por eso hay que valorar la fortuna que hemos tenido. Goleador chileno en la Copa Libertadores, tercer goleador histórico de Colo Colo, máximo artillero en seis campeonatos, goleador de la B con el Chago el 2005, en un torneo mexicano con Atlante y dos veces en Copa Chile, entre otros hitos.

De todos esos números, quizás el más brutal sea el de los dieciséis goles que le hizo al clásico rival, pero son apenas un dato de su importancia en este tipo de partidos. Quizás lo más relevante sea el pavor que les provocaba su mera presencia, como un ente ingobernable, como el jefe de una etapa de un videojuego que no pueden pasar, como un tótem ceremonial irrompible que nos hacía empezar los partidos ganando con sólo aparecer en la conferencia de prensa dos días antes y decir que el gol más importante es el que va a hacer el domingo. ¿Quién más podría hacer eso, y cumplir? Sólo él.

Es demasiado lo que se puede escribir de Esteban, ya hay libros, videos y homenajes por todos lados. Para quienes somos sus contemporáneos, Paredes es el último ídolo. Ya no tendremos más. Admiraremos y querremos a muchos jugadores, por supuesto, pero ya sin esa idolatría más propia de la niñez, que se nos va con el retiro del Capitán.

Sólo me queda hacer una reflexión, a propósito de lo anterior. Para quienes dicen que ser hincha del fútbol no sirve de nada, quizás tengan razón, desde la perspectiva rentista, no nos hace ganar más dinero ni progresar en la escala social. Pero es el reducto donde podemos volver a vivir sensaciones más propias de la infancia. La vida es muy gris muchas veces, cada vez hay más obligaciones, cosas desagradables, dificultades, y creo que hay que ser agradecido de cada cosa, situación o persona que nos brinde alegrías. Como la inmensa cantidad de ellas que nos dio Esteban Paredes. El retiro le entrega eternidad al ídolo, y le da la bienvenida definitiva al Panteón de los más grandes.