La rusa Kamila Valieva se convirtió en la estrella de los Juegos Olímpicos de Invierno de Pekín 2022. Con sus actuaciones captó la atención del público y de los medios internacionales al establecer récords mundiales con apenas 15 años. En tiempos globales, Valieva se hizo viral al mostrar sus exquisitos dotes para imponer altísimas habilidades coreográficas y artísticas encima de sus patines sobre hielo.

Pero la gloria que cosechó Valieva en Pekín 2022, tras ser determinante para la conquista de la medalla de oro para el equipo ruso entró en una devastadora realidad impuesta por supuesto doping de la estrella de 15 años. El dopaje surgió de la prueba que se realizó el 25 de diciembre de 2020, durante el Campeonato de Patinaje Artístico de Rusia en San Petersburgo. El mismo mostró la presencia de trimetazidina y su resultado fue anunciado recién el 8 de febrero pasado, momento en el que la Agencia Antidopaje Rusa (RUSADA) suspendió temporalmente a Valieva.

Sin embargo, la patinadora rusa apeló esta decisión el 9 de febrero ante el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS). Un hecho que derivó en la autorización para poder continuar en los Juegos con el concurso individual que empezó este martes 15 de febrero y la tiene como líder. En este sentido, el Comité Olímpico Internacional (COI) consideró “inapropiado” organizar las ceremonias en este momento hasta que el caso de Valieva sea esclarecido, algo que usualmente lleva varios meses. Por ello, para la entrega de las medallas de las pruebas en las que participe Valieva en los Juegos Olímpicos de Pekín, por el momento, se dejarán en suspenso.

 Asimismo, el Comité Olímpico Ruso (ROC) emitió un comunicado en el que afirmó que la patinadora dio negativo en pruebas antidopaje antes y después de la fecha mencionada, incluso en Pekín.

Ahora, la Comisión disciplinaria del COI defendió la decisión de permitirle a Valieva continuar compitiendo, al afirmar que la explicación de cómo una sustancia prohibida ingresó en el organismo de la deportista rusa es plausible. De acuerdo a Denis Oswald, jefe del organismo, que fue citado por el periodista de USA Today, Tom Schad, la trimetazidina (incluida desde 2014 en la lista de prohibiciones de la Agencia Mundial Antidopaje -AMA-) entró en el cuerpo de la patinadora a partir de un medicamento que consumió su abuelo. Según el COI, este argumento jugó a favor de la atleta y los llevó a volver a incluirla dentro de las competencias de Pekín 2022.

De acuerdo a la versión de Valieva, su abuelo consume trimetazidina debido a problemas cardíacos y, con ello, la principal línea de su defensa se basó en la minúscula cantidad encontrada en su organismo (2,1 nanogramos por mililitro) y en las insistencias en las que terminó consumiéndola de manera accidental, a través de algo contaminado. En este sentido, su abuelo es quien, día a día, lleva a la menor de edad a sus entrenamientos.

En esta cadena de errores e infortunios, el positivo de Valieva fue real, sucedió. Y con él, las sospechas la tienen en el centro de la escena junto con su temible entrenadora Eteri Tutberidze, para quien la deportista "es inocente, o esto es una coincidencia fatal, o un plan muy bien planeado”.

En este raid, la rusa declaró a medios de su país: “Estos últimos días han sido muy difíciles para mí. Estoy feliz, pero al mismo tiempo cansada emocionalmente. Estas lágrimas son de felicidad y también un poco de tristeza”.

En definitiva, la coartada de Valieva no llama la atención. El primer caso de doping se dio en un Juego Olímpico. Fue en Roma 1960, donde el ciclista danés Knud Enemark-Jensen murió tras de colapsar durante la prueba tras consumir un cóctel de anfetaminas. La muerte de Enemark-Jensen impuso un debate interno en el COI que derivó en el inicio de los controles antidopaje a partir de los Juegos Olímpicos de México 1968. Sin embargo, la lista se amplificó. Sobran tantos casos como excusas y con ellas, el mundo del deporte asiste a un repertorio cuanto menos llamativo, digno de una película de James Bond, el agente 007. Por caso, Javier Sotomayor, desde 1995, dueño del récord del mundo de salto en alto (2,45 metros en Salamanca) atribuyó a la CIA su positivo de cocaína en 1990 a partir de un plan orquestado por la central de inteligencia estadounidense. La francesa Fátima Yvelain (Eritropoyetina -EPO-), tras competir en el medio maratón de Perpignan en 2012, argumentó que como aquella mañana llovió a raudales, el agua habría arrastrado alguna sustancia que llegó a sus zapatillas, subió a sus medias e ingresó a su organismo. Justin Gatlin, recientemente retirado de la alta competencia, dio dos veces positivo. Una por usar anfetaminas durante un Campeonato juvenil de Estados Unidos para corregir un déficit de atención. Y la otra, en 2006, por testosterona por culpa de Christopher Whetstine, un masajista que, según su propia versión, quiso perjudicarlo. O el argentino Mariano Puerta, rival de Rafael Nadal en su primera final en Roland Garros (2005), dijo que el clembuterol encontrado en su cuerpo fue por un ataque de asma, una entrada en urgencias y un error en la medicación que le dieron en el hospital.

Sobran casos, abundan las excusas. Como la máxima de los delincuentes apresados en cárceles: ellos nunca son los culpables, fue o fueron otros los responsables y ellos, apenas una víctima de un sistema cruel que quiere perjudicarlos.