El efecto cascada del dopaje no se detiene. Por más que se sueñe en algún momento tener atletas limpios, esa utopía, día a día, queda rebatida por los casos de doping que aumentan cruentamente su cifra. Ahora, el atleta australiano Peter Bol fue suspendido provisionalmente, desde el pasado 10 de enero ,después de dar positivo por una sustancia prohibida, la eritropoyetina (EPO) sintética, en un control sorpresivo que se le realizó el pasado 11 de octubre.
Así lo confirmó la Federación Australiana de Atletismo a través de un comunicado. De esta manera, el atleta de 28 años, nacido en Sudán en 1994 y residente en Australia desde que su familia huyó de la guerra cuando tenía 4 años, quedó marginado hasta que se ratifique o rectifique la medida bajada por World Athletics y avalada por la agencia antidopaje nacional del país oceánico (Sport Integrity Australia).
Mientras tanto, el propio atleta compartió la noticia en sus cuentas de redes sociales de Twitter e Instagram, en donde defendió su inocencia y se declaró “en shock total” por la información. “Cuando me enteré la semana pasada de que la muestra A de un test de orina del pasado 11 de octubre había dado positivo por EPO sintética, me quedé en shock”, escribió Bol en un descargo que subió a sus redes sociales. Y agregó: “Para ser claro, nunca en mi vida he comprado, buscado, poseído, administrado o usado EPO sintética o cualquier otra sustancia prohibida. He entregado voluntariamente mi ordenador, tableta y teléfono a la Unidad de Integridad Australiana para probar esto. Pido a todo el mundo en Australia que me crea y deje que el proceso avance”.
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Considerado como el mejor exponente de su país en los 800 metros, fue cuarto en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 detrás de los kenianos Emmanuel Korir, Ferguson Rotich y el polaco Patryk Dobek. El año pasado, en el Mundial de Eugene 2022, se ubicó séptimo y ganó la medalla de plata en los Juegos de la Commonwealth de Birmingham.
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Peter Bol, cuarto en los 800 metros de Tokio 2020 (Getty)
Qué es el EPO:
La eritropoyetina (EPO) se utiliza para tratar la anemia asociada al cáncer o en pacientes con HIV y, en la década de 1990 y principios de 2000, fue la sustancia dopante estrella que se empleó en el ciclismo.
El clímax de esta droga saltó a la luz con el ciclismo de mediados de los años ‘90 y el inicio del siglo XXI con Lance Armstrong como punta de lanza que maximizó los recursos para saltear los controles con un sistema calculado milimétricamente.
Armstrong, ganador del Tour de Francia en siete oportunidades consecutivas (1999-2005), en 2012, fue acusado de dopaje sistemático por la Agencia Antidopaje de Estados Unidos (USADA) que, finalmente, le quitó las siete victorias por dopaje, así como el resto de títulos logrados desde 1998, además de suspenderlo de por vida.
En el deporte, esta droga incrementa los glóbulos rojos permitiendo que los músculos reciban mayor caudal oxígeno con el mismo volumen de sangre. De esta forma se retrasa la aparición de la fatiga. Sus “supuestas bondades”, en suma, son el aumento de los eritrocitos en sangre y la elevación de los hematocritos para mejorar el rendimiento en el ejercicio aeróbico.
Ya lo dijo Usain Bolt, “la obsesión por el éxito es una tentación al doping”. Lo dijo en 2016 y sus palabras están más vigentes que nunca.