La Selección de México Femenil venció este 26 de octubre a su similar de Venezuela en un partido en el que además de ganar al oponente, también obtuvieron una invaluable victoria y a continuación, te explicamos por qué.
¿Por qué el triunfo de México Femenil sobre Venezuela también fue una victoria invaluable?
Porque la victoria de este día del Tri Femenil fue también una victoria sobre el miedo y los fantasmas del pasado, ya que el combinado nacional llevaba 6 partidos sin ganar. Y en el duelo de hoy las mexicanas se encontraron con algo más importante que el gol.
Se vieron las unas a las otras jugando un partido para divertirse, empoderarse y sobre todo, para darse cuenta que los fantasmas del pasado solo nos afectan cuando se los permitimos.
¿Por qué esto es importante? Porque luego de sus recientes derrotas, varios medios de comunicación no paraban de señalar el fracaso del combinado nacional una y otra vez.
Y es que no se puede negar que si a los varones se les señala luego de un fracaso en el futbol, en el caso de las mujeres los señalamientos suelen ser más duros, sobre todo por el tema del género.
Por ello fue muy importante esta victoria del combinado dirigido por Pedro López, en el que jugadoras como Kiana Palacios o Nicole Pérez quien anotó un doblete, pudieron por fin disfrutar el hecho de estar en la cancha.
Y justo el tema del disfrute es algo importantísimo puesto que si revisamos el pasado de la Selección Femenil Mexicana, podremos ver que en sus inicios, las jugadoras no tenían permitido disfrutar del futbol.
El futbol como derecho y disfrute, estuvo prohibido para las mujeres en sus inicios
Si nos vamos al año de 1970, cuando la primera Selección Femenil de Futbol de México se conformó, podremos comprobar que esta se nutrió de jugadoras amateur que practicaban este deporte por puro amor al balón.
Jugadoras como Yolanda Ramírez, Elvira Aracén o Irma Chávez, no solo amaban el balompié, sino que para practicarlo, se tuvieron que enfrentar a sus familias, amigos, vecinos, parejas, hijos, esposos y hasta a sus padres.
Esto debido a que en la década de los años 70, el futbol era visto como algo exclusivo de los varones; por ello las mujeres que buscaban el derecho a disfrutar este deporte, tuvieron que romper muchas barreras para poder cumplir sus sueños.
Y si bien esto parece algo muy lejano en nuestros días, no hay que olvidar que los medios masivos de comunicación todavía no le brindan el mismo seguimiento al Tri Femenil, que al varonil.
Pero regresando al tema de enfrentar los miedos del pasado a través del disfrute de hacer lo que uno ama, el triunfo de México Femenil ante el combinado venezolano nos demostró además que hay cosas que ya cambiaron con el tiempo.
Y es que varias jugadoras fueron apoyadas desde las gradas del Estadio Agustín Coruco Díaz por sus familias, quienes fueron a hacerles sentir queridas y apoyadas, pero sobre todo empoderadas del derecho a disfrutar lo que aman.
Pero la victoria principal de este día no estuvo en el estadio, o sobre los miedos que se vencieron, y tampoco en esa confianza en sí mismas que recuperaron las jugadoras. No. La victoria estuvo en un lugar muy lejano al estadio.
El triunfo más importante de las mexicanas estuvo en el público
Y no nos referimos solamente a las mujeres y niñas que fueron al estadio a acompañar a las jugadoras, sino también a las que pudieron ver el partido que fue transmitido vía streaming.
Niñas, jóvenes y adultas pudieron ver a un grupo de mujeres como ellas, haciendo lo que aman y siendo felices al hacerlo, más allá de los resultados que se obtuvieron.
Esto es sin duda lo más destacado de este partido, ya que si hemos aprendido algo en estos tiempos, es que la representación importa, sobre todo en los papeles que las mujeres tienen en estos tiempos.
Este 26 de octubre, niñas, jóvenes y adultas por igual vieron a un grupo de personas como ellas, que se atrevieron a dejar el miedo en el vestidor, para salir a divertirse y ser ellas mismas.
De esta formal la invaluable victoria de hoy de México Femenil ante Venezuela no es solo un número en una estadística, sino un recordatorio de que los fantasmas del pasado, deben quedarse donde están.