Del futbol a la lucha libre sólo hay un paso. Todo es cuestión de estar en el momento preciso del instante exacto para cambiar el balón por una máscara o un vestuario de luchador. Así le pasó a Octagón, una leyenda de los cuadriláteros que quiso ser figura con el América pero se cruzó el pancracio en su camino para modificar su decisión. Pero no ha sido el único caso.
En 1967, Alfonso ‘el Pescado’ Portugal jugó su último año como futbolista profesional. Lo hizo con la camiseta de Pumas, equipo que en ese entonces se distinguió por implementar el sistema de desarrollo integral en la formación de juveniles que hoy día se conoce como ‘la Cantera’. Previo a culminar su carrera y marcharse del club, Portugal llevó a un chico de 15 años a probarse como portero, posición para la que tenía aptitudes.
Ese chico era hijo de su amigo Enrique Llanes, famoso luchador de la época (leyenda luchística) que también era aficionado futbolero. El adolescente era Javier Yañez, un muchacho que llegó a Pumas para ingresar a sus fuerzas básicas como arquero. Allí entrenó por algún tiempo perfilándose para convertirse en futuro guardián del arco universitario. La década de los setenta se asomaba como su periodo de porvenir en las canchas.
Pero a Javier le ganó el ADN. Traía en la sangre la vena de luchador y así lo confirmó cuando subió a un cuadrilátero por inquietud, quería saber si podía ser un digno heredero de su padre. La conexión con la adrenalina de los golpes y las llaves fue inmediata. No lo dudó: dio las gracias al Club Universidad Nacional y se despidió del futbol.
Javier Llanes se preparó para ser luchador profesional. Debutó en 1973. Tuvouna prolífica trayectoria, principalmente en el bando rudo. La década de los ochenta y la primera mitad de los noventa fueron de esplendor para él consagrándose con campeonatos como el mundial de peso medio destronando a El Dandy y las cabelleras de Franco Colombo, Américo Rocca.
Adoptó el mismo apellido luchístico que su papá, quien sustituyó el Yañez por Llanes debido a la complicación de pronunciación que tenía la gente. Decían “Ñañez”. Así, de haber llegado a ser el guardameta titular de Pumas, los aficionados hubieran conocido a Javier Yañez. Pero prefirió quitarse los guantes y guardarlos para dar vida a ‘El Gusano’ Llanes, un rudo que dignificó el legado de su padre en el ring.