La pelota quedó en la red. Bobby Riggs saltó, llegó hasta el otro lado de la cancha y corrió hacia su encuentro. El había perdido el partido. Ella, Billie Jean King, en cambio, había ganado mucho más que eso. Había 90 millones de espectadores mirándolo por TV, nunca tantas personas vieron al mismo tiempo un match de tenis.
Uno en el que, además, una mujer vencía a un hombre. Y de alguna manera daba inicio a su legado, mantenía su lucha, le daba voz y visibilidad a sus creencias. Fue mucho más que eso. Fue el inicio de la leyenda. Aunque ella repita que nunca ha buscado serlo
Aquel partido, aunque histórico, terminó siendo apenas un capítulo más en la biografía de Billie Jean King, campeona, ícono, baluarte, defensora de los derechos de las mujeres, de las minorías, de todos. “Los mejores líderes lideran para todos. Y, sin embargo, hay quienes piensan que las mujeres sólo lideran para mujeres. Siempre he intentado ayudar a todo el tenis, no sólo al tenis femenino”, reconoce ella.
No es casual que la versión femenina de la Copa Davis lleve su nombre (la BJK Cup), tampoco que sea muchas veces la encargada de entregar los trofeos en los torneos importantes: su lucha implicó que las mujeres pudieran cobrar los mismos premios en metálico que los hombres. Y que todos tuvieran voz para reclamar por sus derechos.
Sus creencias llegaron de la mano de sus preguntas. Nacida en una familia conservadora en noviembre de 1943 en Long Beach California y como Billie Jean Moffitt, comenzó a cuestionarse sus limitaciones al mismo tiempo que sus privilegios. Preguntarse por qué los estándares de las niñas eran diferentes a los de los niños. Le ocurrió cuando no le permitieron posar en una fotografía general por estar usando pantalones cortos, que había confeccionado su madre, en vez de los clásicos vestidos deportivos que debían usar las niñas para practicar tenis.
También cuando se dio cuenta que en su club, Los Angeles Tennis, que tenía unas canchas municipales, todos vestían de blanco y eran, además, personas blancas. “¿Dónde están los demás? ¿Dónde están los negros o los hispanos?”, cuestionó. “Ese fue el momento en que decidí luchar por la igualdad, la libertad y la equidad de derechos y oportunidades para todos. Todos. No sólo chicas. Todos”.
Una familia ligada al deporte
Su padre Bill era un fanático del básquet que se probó en una franquicia de la NBA. Su madre Betty era nadadora. Randy, el hermano menor, fue lanzador en las Grandes Ligas de Beisbol de los Estados Unidos. Y a Billie Jean, después de probar con el básquet y el softbol -el que dejó por recomendación familiar para buscar un deporte “más femenino”, probó con el tenis, gracias a su amiga Susan Williams que la llevó a un club de campo y tuvo una raqueta en su mano por primera vez.
Las canchas públicas de Long Beach vieron sus inicios con la raqueta que ella misma se compró con sus ahorros de trabajos ocasionales. Comenzó, como todos, dando pequeños pasos, ganando torneos locales y sorprendiendo a quienes la veían jugar. Ella siempre estuvo convencida de que el éxito estaría de su lado. Para cambiar algo, debía ser la mejor.
Ya en la Universidad estatal de Los Angeles, trabajó como instructora para sostener su carrera y seguir en competencia y allí, en la biblioteca de la universidad fue donde conoció a su compañero durante 22 años, el abogado y especialista en bienes raíces -además de jugador de tenis- Larry King, con quien se casó y de quien adoptó el apellido que hoy es su marca registrada.
“Entonces estoy en la biblioteca, Boom! Me enamoré de él. Pensé que era la cosa más hermosa que había visto”, contó.
Fue su compañero y su socio comercial, estuvo a su lado durante los mejores años de su carrera y, pese a que durante su extenso matrimonio BJK debió asumir y disculparse por haber mantenido una relación lésbica -lo que le valió la pérdida de varios sponsors- con una mujer que decidió demandarla.
El continuó a su lado y se negó a darle el divorcio pese a que ella lo solicitó en varias oportunidades. Se divorciaron en buenos términos en 1987, al punto que ella es madrina de uno de los hijos de King con su esposa Nancy. Y, finalmente, la tenista recién salió del closet por decisión propia a sus 51 años.
Larry no sólo fue su marido. Fue su mentor. Fue la persona con la que pudo capitalizar aquellos cuestionamientos que tenía desde pequeña. Juntos armaron un gran equipo que impulsó ideas innovadoras, que rompieron esquemas y llevaron al mundo del tenis a cuestionarse -y a seguir cuestionando durante décadas- sus ideas y sus formas.
BJK y el feminismo
“Caminamos de la mano justo por las canchas de tenis y él me dijo: ‘Sabes que eres un ciudadano de segunda clase’. La persona más conocida de la escuela, la mejor atleta de la escuela y ni siquiera puedes obtener una beca para Cal State LA porque eres una mujer. Eso se solidificó para mí, absolutamente, me dio una claridad total”. Esas palabras le hicieron entender qué era eso que ella sentía, lo que estaba viviendo en carne propia. Lo comprendió. Nada era justo.
En 1961 ya había comenzado a dar que hablar cuando junto con Karen Hantze Susman se convirtieron en la pareja más joven en ganar el dobles femenino de Wimbledon. Ya era una jugadora reconocida en el ambiente, sin embargo, eso no alcanzaba. Ella comprendía que estaba en camino correcto para ser la número uno no sólo en su país, algo que se había propuesto cuando tomó en su mano la raqueta por primera vez y por eso comenzó a entrenarse de manera más profesional.
Pero por aquellos tiempos y pese a sus incipientes triunfos, no existía ninguna estructura que pudiera brindarle a una tenista mujer la posibilidad de pensar en una carrera profesional viable, en poder dedicarse únicamente a jugar, como sí ocurría con los hombres. Comprendió rápidamente aquello que le dijo Larry: era mujer, una ciudadana de segunda.
Su primer torneo de singles en Wimbledon llegaría en 1966 y eso la convirtió en la tenista número uno del mundo, la primera vez de las varias que ocuparía ese lugar. Volvió a ganarlo en 1967 (año en el que logró también el título en el dobles femenino y el mixto). En total serían 39 Grand Slams (12 en sibles, 16 en dobles femeninos y 11 en mixto) y siete Copa Federación (la que hoy lleva su nombre). Pero al año siguiente llegaría su primer salto: el profesionalismo.
En 1968 cambiaría la historia del tenis en el mundo, ya que se dio inicio a la Era Abierta. Desde aquel 22 de abril, los tenistas tanto profesionales como amateurs podrían disputar los grandes torneos. Hasta aquel entonces, un jugador de tenis que se convertía en profesional -es decir, que cobraba por jugar- perdía el derecho a participar en, por ejemplo, los torneos de Grand Slam. La Open Era le dio la chance a todos de participar en igualdad de condiciones.
Bueno, no a todos. Aquel British Hard Court Championships que tuvo a las grandes estrellas del tenis masculino y femenino le entregó a Mark Cox, el ganador, un total de 1.000 libras. Pero Virginia Wade, la ganadora, se llevó apenas 300. Billie Jean llamó a boicotear el torneo por la enorme desigualdad en el reparto de los premios.
Ella, al igual que varios tenistas hombres y mujeres, habían firmado contrato con la National Tennis League. Eso le representó a BJK cobrar 40.000 dólares anuales. Sin embargo, no era suficiente. Torneo tras torneo quedaban a la vista la diferencia. Ese mismo año, la tenista norteamericana ganó por tercera vez Wimbledon y por primera vez iba a recibir un premio en metálico: ella se llevó 750 libras y Rod Laver 2.000.
Fueron años difíciles para el tenis femenino cuando, además, la National Tennis League desapareció. También comenzaron a desaparecer los torneos para mujeres. Les estaban dando la espalda. Y ella no lo iba a permitir. Al menos no sin luchar.
Las 9 Originales
Si nadie quería cambiar, el cambio debían llevarlo adelante las jugadoras. No alcanzaba con la amenaza de boicot a los torneos. Había que generar un nuevo circuito profesional para mujeres. En febrero de 1970 se alineó con las tenistas Rosie Casals y Nancy Richey, se contactó con Gladys Heldman, editora de la revista ‘World Tennis Magazine’ y madre de la tenista Julie Heldman. En total fueron nueve. No hubo tiempo para convocar a muchas más, había que hacerlo rápido.
“El nacimiento del tenis profesional femenino, como lo conocemos hoy, ocurrió a las 3 de la tarde hora central el miércoles 23 de septiembre de 1970 en el Houston Racquet Club en Texas, cuando las 9 Originales firmaron un contrato de $1 con Gladys Heldman”. Siete estadounidenses y dos australianas.
“Estaba muy asustada y muy emocionada, y creo que las demás sentían lo mismo… No teníamos idea de lo que iba a pasar. Sabíamos que teníamos el sueño, la visión. Primero, queríamos que cualquier niña nacida en el mundo, si era lo suficientemente buena, tuviera un lugar para competir. En segundo lugar, queríamos que las mujeres fueran reconocidas por sus logros, no solo por su apariencia. Y finalmente, y lo más importante, queríamos para nosotras y las generaciones futuras poder ganarnos la vida jugando al tenis profesional. Es por eso que estábamos dispuestas a correr el riesgo y cruzar la línea cuando firmamos nuestros contratos de 1 dólar”.
El dólar, claro, era simbólico. Para Billie Jean, era igual de vinculante que hacerlo por millones.
Esas nueve jugadoras estaban dispuestas a jugar un torneo exclusivo para mujeres en Houston, Texas. Había amenazas pero ellas siguieron adelante, era necesario. Más tarde llegó la gira nacional patrocinada por la marca de cigarrillos Virginia Slim, que ya no podía realizar comerciales televisivos entonces tenía mucho dinero para invertir en publicidad. Hubo amenazas pero ante el éxito fue imposible boicotearlas: en 1971, BJK se convirtió en la primera deportista femenina en superar los 100.000 dólares de ganancia.
Un año después sería también la primera atleta mujer en ser nombrada deportista del año por la célebre revista Sports Illustrated: había ganado tres de los cuatro Grand Slam pero lo suyo iba mucho más allá del court. En su victoria en aquel US Open, recibió 15.000 dólares menos que el ganador masculino, Ilie Nastase. La lucha debía continuar.
“Pensábamos globalmente, incluso entonces. Y también estábamos hablando mucho más allá del deporte; hablábamos de cambios en la sociedad. En ese momento estábamos en la segunda ola del movimiento femenino. Escuchábamos mucho en los medios de comunicación y en la vida diaria y entendíamos mejor los hechos”, explicó la tenista.
Era el momento clave para cambiar la historia. Y 1973 fue un año clave para eso. Primero, porque fundó la Asociación del Tenis Femenino (la WTA) y fue su primera presidenta, abogando primero por la igualdad de premios en metálico en los torneos más importantes y lo hizo en el US Open. En el resto no fue inmediato: Australia lo hizo primero en 1985 y luego de varios años de desigualdad lo estableció nuevamente en 2001; Roland Garros en 2006 y Wimbledon, el último, en 2007.
Ese mismo año sucedería aquel partido histórico, el que reunió delante de la tele a una multitud. El cambio que se venía gestando tendría su pico de popularidad de la manos de Billie Jean King. The Queen.
La Batalla de los Sexos
En 1972, el Congreso de EEUU había aprobado el llamado Título IX, que prohibía la discriminación por género en las instituciones educativas que recibían fondos federales. BJK había testificando en el Capitolio en su nombre, y el movimiento de mujeres estaba ganando aún más impulso. Y ante cada revolución siempre existe aquel que quiere ir en contra del movimiento. Ese fue Bobby Riggs.
A sus 55 años, había tenido su pico de popularidad en el tenis en las décadas del 30 y 40, ganando tres veces Wimbledon. Se definía a si mismo como un estafador y machista. Estaba dispuesto a demostrar, a través del tenis, la inferioridad de las mujeres y explicar de esa forma por qué lograban menos ganancias y recibían premios monetarios inferiores. Desafío a King a disputar un partido televisado que tendría conexión directa con los debates actuales sobre la igualdad de género. Pero ella se negó a participar.
Riggs no se detuvo e invitó a Margaret Court, la jugadora mejor clasificada del momento y en las antípodas del pensamiento de BJK. A sus 30 años y luego de da a luz a su primer hijo Daniel, la jugadora que logró 24 títulos de Grand Slam y famosa luego por sus declaraciones ultraconservadoras y extremadamente críticas hacia el movimiento LGTBQ+, perdió sin atenuantes 6-2 y 6-1, ante 5.000 personas. Ese partido se conoció como la “Masacre del Día de la Madre”.
El desafío generó tanta expectativa que se decidió repetirlo, esta vez con un premio de 100.000 dólares para el ganador. Esta vez, Billie Jean aceptó. Lo hizo porque aquella derrota de Court, que además no pertenecía al movimiento de mujeres que buscaban mejorar las condiciones, la había puesto en aprietos. Había que cambiar esa imagen. Y sabía que no iba a jugar sola: tenía a todo el feminismo en sus espaldas. Necesitaba ganar ese partido por ella y por todas. El partido tenía un peso simbólico único.
En los meses previos, mientras ella seguía entrenando y logrando su quinto título en Wimbledon, Riggs pasó su tiempo realizando declaraciones rimbombantes y de fiesta en fiesta. Ella se prestó al juego: dieron entrevistas y se sacaron fotos, pero ella no dejaba de pensar que el tenis femenino tenía mucho para perder ante ese espectáculo.
“Me encantan las mujeres, en el dormitorio y en la cocina, en ese orden”, declaró Riggs. “La mejor manera de tratar a las mujeres es mantenerlas embarazadas y descalzas. Ella es una defensora de la libertad femenina y yo juego para demostrar que el hombre es el rey. Estas mujeres dicen que quieren ganar lo mismo que nosotros, y eso es ridículo”, dijo entre otras polémicas frases.
King sabía que, pese a que no lo dijeran públicamente, muchas personas y en especial jugadores del circuito masculino, pensaban igual que Riggs. Tenía que ganarle. Lo respetaba porque lo consideraba un campeón subvalorado y especialista en juegos mentales. Debía dejar de lado toda la espuma previa.
Fue todo show: él ingreso al estadio Astrodome de Houston, en el que hubo 30.000 personas y cerca de 90 millones siguiéndolo por TV, rodeado de mujeres esculturales y con la frase Suggar Daddy en su chaqueta, que no se quitó durante los primeros games del partido. King también tuvo su entrada extravagante, llevada en andas y con una tensa sonrisa.
King dejo de lado su habitual juego de saque y volea y, desde el fondo, comenzó a mover al veterano jugador, que no tuvo respuestas. Lo movió, lo cansó y le terminó ganando: Riggs dejó su último tiro en la red y saltó para saludar a su rival, que revoleó la raqueta hacia el techo. King lo venció 6-4, 6-3, 6-3. No fue sólo un partido: fue historia pura que hasta fue llevada al cine, con Emma Stone y Steve Carrell representando a ambos. “Realmente te subestimé”, le dijo él.
“Se trataba de mucho más que tenis. Fue un gran día para celebrar la igualdad. En cuanto a Bobby y a mí, muchos pensaban que éramos enemigos acérrimos. La verdad era que fuimos amigos”, declaró King años después. Riggs, 25 años mayor que ella, murió en 1995. Pero el legado de aquel partido continuó vivo.
El después
Para muchas mujeres, aquel triunfo significó un break point para el empoderamiento. Animarse. Intentar. No quedarse con el no. Fue parte de la lucha feminista de aquellos tiempos. Romper el techo de cristal. King fue un faro.
En los años posteriores, logró otra vez ganar Wimbledon y otro US Open en singles, además de varios títulos más de dobles y otras varias Copas Federación más, equipo del que después sería también capitana. Aquellos tiempos que siguieron fueron de la mano del tenis pero también del activismo: nunca dejó de luchar por los derechos.
En esa lucha, por ejemplo, ya en 1976 Chris Evert se convirtió en la primera atleta mujer en lograr 1.000.000 de dólares en ganancias. La brecha comenzaba a achicarse. Gracias a ella.
Salir del clóset
Fue en 1981 cuando Marilyn Barnett, su secretaria personal, la denunció en un expediente judicial de Los Ángeles y la estaba demandando por ayuda económica: le exigía una casa den Malibú -que era de los Kings y ella estaba ocupando-, parte de sus ganancias y apoyo financiero de por vida, amenazando con publicar las cartas que BJK le había escrito durante los siete años que compartieron de forma profesional y personal.
Así, entonces, reveló públicamente que ellas habían mantenido una relación secreta. Dos días más tarde, contra las protestas de su abogado, la tenista dio una conferencia de prensa y admitió la relación, la calificó como un error, y se disculpó, con su esposo Larry sentado a su lado. El juez consideró que se trataba de algo similar a un chantaje y lo desestimó.
La norteamericana pidió privacidad pero eso no impidió que perdiera sponsors e ingresos: a sus 37 años dejó de ganar dos millones de dólares por su exposición pública. Chris Evert, por entonces presidenta de la WTA, escribió un editorial para la revista Tennis brindándole apoyo: “¿Quiénes somos nosotras para juzgar?”. Martina Navratilova condenó lo que años después ella también sufriría: la caza de brujas contra las gays.
Sus problemas económicos derivados de la demanda, en especial la baja de sponsors, la obligaron a seguir en el circuito más tiempo del que quería, pese a sus rodillas operadas que cada tanto le hacían sentir el rigor de la exigencia física. Tanto ella como Navratilova habían hablado en privado de admitir su condición de homosexuales, algo sabido dentro del circuito, pero estaban bajo la amenaza de perder a uno de los patrocinadores más importantes del Tour.
King no estaba lista para asumirlo. Venía de una familia conservadora y no estaba preparada, pese a la demanda que la expuso. A fines de 1983, con 850 partidos oficiales jugados y 27 años en el más alto nivel, anunció su retiro de los courts. Y en 1987 se divorció de Larry. “Amo a Billie Jean. Nunca he dejado de amarla y eso no se traduce en posesión sino en tratar de hacer lo que sea que la haga más feliz”, dijo el hombre que la acompañó durante gran parte de su historia.
Pero recién a sus 51 años sintió la necesidad de asumir su homosexualidad públicamente. Y privadamente, cuando se lo dijo a su madre. “Tenía una familia homófoba, el mundo era homófobo y yo misma era homofóbica. Una de mis grandes metas siempre fue ser honesta con mis padres; traté de sacar el tema en varias ocasiones, pero no encontré el momento y por culpa de ello sufrí un trastorno alimenticio”, relató.
Más allá de su declaración pública, BJK hacía tiempo que llevaba adelante una vida feliz con su pareja Ilana Kloss. Se vieron por primera vez en 1966 cuando la tenista fue a jugar un torneo a Johannesburgo, Ilana era alcanzapelotas. Pero el primer encuentro real fue varios años después, cuando compartieron un partido de dobles en 1973. Se hicieron amigas, ganaron títulos y mucho después fueron pareja. En 2018 se casaron en secreto en una ceremonia realizada en un departamento, luego de más de tres décadas de relación.
“Me sentí muy casado con Ilana, tuviera un papel o no”, contó. Pero decidió legalizarlo: “Dentro de muchos años, no quiero que nadie cuestione cuánto me comprometí contigo”, escribió en el libro publicado en 2021, All in, donde cuenta toda su historia.
Sus reconocimientos
Cada paso que dio King en el mundo del tenis y fuera de él tuvo una meta. Que se cumplió. Porque mejoraron los ingresos, porque el circuito femenino de tenis comenzó a tener visibilidad, sponsors, torneos, televisación, público.
Aún en plena actividad, en 1974, la tenista cofundó el circuito mixto World Team Tennis, un torneo por equipos, que se hizo muy famoso por aquellos años. Su amigo personal Elton John le dedicó la canción Philadelphia Freedom, nombre del equipo que representaba Billie Jean. También ese año fundió la Women’s Sports Foundation, pensando en darle acceso al deporte a las niñas.
En 2014 creó la Billie Jean King Leadership Initiative, una organización sin fines de lucro dedicada a abordar las cuestiones críticas necesarias para lograr un liderazgo diverso e inclusivo en la fuerza laboral. Es un donante estratégico que promueve la igualdad salarial, entre otras cuestiones.
Sus premios
En 1987, dos años después de su retiro del tenis, fue inclída en el Salón de la Fama del Tenis Internacional y luego se convirtió en la primera mujer en tener un importante recinto deportivo nombrado en su honor, en Flushing Meadows, Nueva York, sede US Open. Se llama Centro Nacional de Tenis Billie Jean King de la USTA (federación norteamericana) desde el 28 de agosto de 2006.
También recibió el premio Arthur Ashe Courage Award en 1999. Arthur y Billie Jean trabajaron incansablemente por la igualdad racial y de género, apoyándose mutuamente. Ella hasta usó un peinado afro en su final de Wimbledon en 1975, para mostrar su lealtad a Arthur en la lucha por la justicia racial.
El ex presidente Barack Obama, quien presenció el partido de la Batalla de los Sexos cuando tenía apenas 12 años, le otorgó a Billie Jean la Medalla Presidencial de la Libertad, el honor civil más alto de los Estados Unidos, el 12 de agosto de 2009, por su labor de promoción en favor de mujeres y la comunidad LGBTQ+. “Ha contribuido a la igualdad de género, no sólo con el deporte sino en todos los ámbitos de la vida pública”, dijo el ex mandatario.
También dedicó parte de su tiempo fuera del tenis a las inversiones, junto con Kloss. Son copropietarias de Los Angeles Dodgers y Los Angeles Sparks, también dejaron su aporte en el equipo de fútbol femenino profesional Angel City junto con varias famosas más, entre ellas Serena Williams. La pareja de King ha recibido el reconocimiento como Mujer de Negocios Deportivos por su trabajo corporativo.
Un torneo con su nombre
BJK ganó la Fed Cup inaugural con el equipo de Estados Unidos en 1963. Disputó nada menos que 36 series, con un registro de 26 victorias y tres derrotas en singles. La ganó siete veces como jugadora y tres veces como capitana, siendo que en 1976 ocupó ambos lugares (ganó siendo jugadora y capitana al mismo tiempo). En 2010 recibió el premio Fed Cup a la excelencia en 2010 y en 2019 fue designada como el primer embajador global de la competencia.
Sin embargo, el mayor homenaje ocurrió en 2020 cuando la competencia decidió cambiar su nombre. Se transformó en la Billie Jean King Cup y al año siguiente, en 2021, otorgó el mayor premio anual en deportes de equipo femenino. El mismo que se ofreció en las Finales de la Copa Davis masculinas. Otro triunfo con su sello.
“No hay nada como la sensación de representar a tu país y ser parte de un equipo, por eso esta competición es tan especial e importante para mí. Es un honor que la copa mundial femenina de tenis lleve mi nombre y una responsabilidad que no me tomaré a la ligera. Nuestro trabajo es compartir esta visión con las generaciones futuras de niñas, porque si puedes verlo, puedes serlo”.
En la presentación de su libro, aseguró que si muriese ahora, se enojaría mucho porque no ha terminado de pelear. Sin desearlo, se convirtió en leyenda, marcó un camino, luchó y ayudó a muchas personas a creer que se podía. En especial a las mujeres a los diferentes colectivos.
Una de sus muchas teorías sobre la vida es que, a través del deporte, las mujeres pueden aprender a desenvolverse en un mundo construido por hombres. “Las lecciones que aprendes en los deportes, puedes utilizarlas en tu vida diaria. Lo uso todos los días de mi vida”.
Mejor jugadora del mundo, activista, ícono, Billie Jean King es historia pura en el mundo del tenis. Ella mostró el camino y cambió las reglas de todo. Y lo seguirá haciendo hasta el último día.