En 2014 anunció su retiro en una triste conferencia de prensa para los aficionados culés. Carles Puyol, el gran capitán del Barcelona, informó el 4 de marzo de 2014 que era momento de decir adiós a las canchas con 35 años de edad, algo que no estaba en sus planes.

Quería retirarse a los 40, o a los 41. Tenía ilusión de ser un defensa longevo tal como lo fue Paolo Maldini. Pero las lesiones se lo impidieron. Fue la rodilla su principal motivo para tomar la decisión de no continuar.

Permanecer en un campo de juego era imposible cuando fuera de él padecía los estragos del daño que padecía su extremidad. Además del dolor físico, su mente estaba enviándole mensajes de que lo mejor para su vida era retirarse.

Una de las manifestaciones más concretas para asimilar que arriesgar su cuerpo era imprudente tuvo lugar con la aparición del miedo a las escaleras. En una entrevista concedida a Ramón Besa, publicada en El País, Puyol le comentó que subir o bajar escalones le causaba temor por alguna posible maniobra que lastimara nuevamente la rodilla.

Esos pequeños indicios desarrollados en su psique ante el cúmulo de lesiones que arrastraba fueron factor para que quisiera ponerle fin a su carrera como futbolista. Y es que no se trataba de pensar únicamente en lo deportivo, sino también en lo personal; sus hijas pequeñas lo necesitaban como un papá entero.

La simple idea de pisar en falso al subir o bajar escaleras, que desencadenó en miedo e incomodidad, guió a Carles Puyol a asumir con resignación que no iba a poder seguir los pasos de Paolo Maldini en cuanto a longevidad en la cancha.