Un poco de paz. Al menos un poco. Eso consiguió la Selección sub 15 de Yemen, pequeño país de la península arábiga. En medio del partido final ante Arabia Saudita, la Guerra Civil yemení que se inició en 2014 y que enfrenta a las fuerzas gubernamentales prosaudíes con los rebeldes proiraníes hutíes, se detuvo para ver el encuentro que se definió por penales. El triunfo yemení se dio por penales, tras igualar 1-1. “Es conmovedor ver la unidad, la felicidad, y las celebraciones por todo el país”, tuiteó el enviado especial de las Naciones Unidas (ONU) en Yemen, Hans Grundberg.
En suma, la octava edición del Campeonato de Asia Occidental que se disputó en Arabia Sauita, en su partido final, logró lo que las autoridades no pueden concretar desde hace más de siete años. “No estamos exagerando diciendo que la lección que estos jóvenes lobos nos enseñaron en esa noche eterna del 13 de diciembre habla más fuerte que cientos de discursos largos y repugnantes, o lecciones de patriotismo que la política y sus malas prácticas que están tratando de inculcar”, narraba la crónica de Khuyut, un medio yemení.
El conflicto se originó, en 2011, con un levantamiento que siguió a la Primavera Árabe que forzó al entonces presidente Ali Abdullah Saleh a entregar el poder al vicepresidente, Abd Rabbu Mansour Hadi. Se suponía que la transición iba a traer cierta estabilidad política, social y económica a Yemen. Pero fracasó y provocó una lucha intestina por el poder entre los simpatizantes de Saleh, el movimiento rebelde de los hutíes, y las fuerzas de Hadi. Saleh, que había gobernado Yemen por más de 30 años, se unió a los hutíes con la premisa de expulsar a Hadi de la capital, Saná. Desde 2014, Saleh y los hutíes controlaban la capital. Pero a principios de diciembre esta alianza colapsó y culminó en la muerte de Saleh. Y, a partir de ahí, todo empeoró y la crisis se precipitó definitivamente el 16 de septiembre de 2014 cuando se produjo el golpe de Estado contra el presidente Al-Hadi. Desde ese entonces, Yemen está dividido en dos: las tropas leales al gobierno yemení, que cuenta con reconocimiento y apoyo internacional. Entre ellos Arabia Saudita, su rival futbolístico en la final, que lidera una coalición que se formó principalmente por Estados árabes sunitas, incluidos Qatar, Kuwait, Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Egipto y Jordania. También están Marruecos, Sudán y Senegal. A su vez, esta coalición, que intervino en 2015 para tratar de restaurar el gobierno depuesto por los rebeldes, tiene un sustento occidental dado por Estados Unidos, Reino Unido y Francia. Mientras que los hutíes son respaldados por Irán.
Según Naciones Unidas y distintos reportes internacionales, el conflicto yemení se cobró, al menos, 377.000 víctimas, unas 227.000 por hambre, falta de agua potable y enfermedades y 150.000 por combates. Con millones de personas desplazadas y más del 80% de la población de alrededor de 30 millones de habitantes que dependen de la ayuda internacional. Y, en el último mes, los hutíes –respaldados por Irán– desplazaron a más de 25.000 personas de uno de los países más pobres de Medio Oriente. Por todo esto, Yemen es considerada una de las geografías con una de las peores crisis humanitarias del mundo, según Naciones Unidas.
En ese contexto, ese cruento contexto, un partido de fútbol enfrió, al menos por un rato, el calor y la bravura despiadada de las armas. Y la celebración se produjo en un momento en el que Arabia Saudita intensificó su campaña de bombardeos contra Saná y las posiciones de los hutíes en una estratégica provincia del centro del Yemen, donde los insurgentes llevan a cabo una ofensiva desde febrero de este año para hacerse con el control de la zona.
Los festejos, con metralletas AK-47 que fueron vaciadas a disparo limpio hacia el aire, ganaron la escena en la capital yemení y otras ciudades luego del triunfo contra Arabia Saudita.
Las impactantes imágenes publicadas en las redes sociales muestran cómo los ciudadanos de la capital yemení salieron a las calles con sus rifles para festejar el triunfo del Seleccionado Sub 15, que se alzó con el título asiático tras derrotar por penales a los saudíes luego de empatar 1-1 en la final.
Semejante caos, durante tanto tiempo, provocó que jugadores fueran asesinados, otros secuestrados por extremistas y los que, por así decirlo, tuvieron la suerte de emigrar a clubes del exterior evidencian que casi nadie está exento de perecer en un país devastado. Por caso, el estadio Al-Tilal SC, uno de los clubes más populares de Yemen, ubicado en la ciudad de Adén, se convirtió en una zona de guerra más.
Sin embargo, en medio de ese caos, suelen disputarse algunos partidos entre los futbolistas profesionales que aún quedan en el país, ya que la mayoría de los jugadores emigraron a Qatar, Omán, Jordania o Irak. En rigor, tan solo Selección masculina continúa con sus entrenamientos y participa en competencias internacionales, pero lo hace fuera del país y utilizando solo jugadores que juegan en el extranjero.
Los festejos, según medios locales, dejaron, al menos, cinco muertos (entre ellos una nena de 5 años) y más de un centenar de heridos. En este sentido y como dato que permite entender la génesis del equipo nacional yemení Sub 15, más de 10.000 niños fueron asesinados o mutilados desde que se inició el conflicto. Los sobrevivientes, en gran medida, son quienes formaron su Selección nacional. Para ellos, por supuesto, ese festejo fue mucho más que un grito en el desierto y, con el título bajo el brazo, soltaron sus festejos con un mar de lágrimas porque, después de siete años, esos pibes unieron a un país. Al menos, por un rato.