La elección del mejor jugador extranjero en la historia del futbol mexicano es una labor difícil. Para algunos, el parámetro a considerar es el relacionado con las estadísticas. Para otros, el factor a tomar en cuenta es su aporte al juego y a la historia de identidad triunfadora de un club.

También influye el momento en que ese futbolista aparece en la vida de un equipo y sus aficionados. En este sentido, la actualidad se pone del lado de André-Pierre Gignac, un jugador al que millones de futboleros han podido ver y no lucha contra la adversidad del pasado que consiste en valorar su leyenda a partir de las historias que nos cuentan nuestros padres o abuelos.

 

Pero son nuestros propios padres o abuelos quienes también han caído rendidos a lo que ha hecho y hace el francés en el futbol nacional. Ellos, que vieron a Cabinho, Reinoso y Cardozo, no tienen en reparo en admitir que Gignac está ligeramente más arriba que los anteriores por la cantidad de logros conseguidos en tan poco tiempo que lleva en México.

Temple en momentos difíciles

A diferencia de otros futbolistas que se esconden o sienten frío en el pecho en partidos decisivos, el francés disfruta de asumir la responsabilidad. Entre más adverso sea el panorama, más se compromete. Entre más retos le pongan, más los enfrenta, no les huye.

Máquina goleadora

Desde que llegó a Tigres en 2015, el Bomboro no se ha cansado de anotar. En cuatro años superó la marca de 104 goles conseguida por Tomás Boy para convertirse en el máximo goleador en la historia del club; Boy había impuesto ese récord en 13 años como jugador felino.

Elegancia

Si bien no es un delantero que haga goles espectaculares en cada partido, Gignac posee una técnica depurada. Recibe y toca balones con precisión. Domina el ritmo para acelerar o para poner pausa en sus recorridos. Tiene un gran control de pelota. Contribuye al juego con finura. Vino a compartir e instruir un estilo europeo.

 

 

Liderazgo 

Hay jugadores que tiemblan, se sienten incómodos o se achican cuando tienen a una figura de talla internacional a su lado. Con el Bomboro ocurre todo lo contrario. Sus compañeros se contagian de su pundonor y visión ganadora. Por su parte, el francés sabe cómo levantarles el ánimo en instantes adversos.

Identidad

El clic que hizo con la afición de Tigres fue inmediato, no tardó nada en convertirse en un auténtico ídolo. Además de demostrar en la cancha el orgullo de portar la camiseta, lo hace también fuera de ella. Aprendió con rapidez a hablar español, a conocer Nuevo León y el entorno que rodea a la sociedad neolonesa con tal de identificarse por completo con el compromiso de ser tigre.