Tláloc se asomó la noche del 12 de mayo de 2001 en la Ciudad de México para disfrutar el futbol. Quiso hacerlo para presenciar el juego de vuelta entre América y Pachuca que definía a uno de los finalistas del torneo. La ventaja era de los Tuzos por dos goles, marcador que motivó a los americanistas para abarrotar el Estadio Azteca en aras de alentar a su equipo en búsqueda de la proeza.

El gol de Braulio Luna al minuto 5 para poner el global 1-2 encendió el ánimo en la afición águila y emocionó también al dios de la lluvia, que a partir de ese momento no dejó de manifestarlo con un intenso aguacero que fue en aumento jugada tras jugada de peligro en el área del Pachuca. 

En las bancas, Alfio Basile comenzó a sufrir de incredulidad por ver que las oportunidades generadas del América eran reprimidas por un brillante Miguel Calero atajada tras atajada. A unos pasos de él, Javier Aguirre no dejó de arengar a sus futbolistas con gritos de “vamos, vamos”, sin embargo con la mirada angustiada por apostar a resistir la insistencia del rival.

Empapados, los americanistas comenzaron a ser presa del nerviosismo en las tribunas. Entumidos en sus vestimentas mojadas, miraban el reloj cada minuto a manera de mortificación. Tláloc, desde su palco especial, entretenido con lo que veía en la cancha, se expresó con más fuerza en el segundo tiempo al notar que la épica del América pendía del cronómetro y de Calero. 

Ya no era lluvia sino una tromba lo que caía en el estadio. Imposible que fuera de otra manera, mayor aún tras la reacción de Tláloc con la expulsión de Marco Antonio Sánchez Yakuta, quien cometió la tontería de dejar al América con 10 hombres por una barrida dura e innecesaria sobre Cesáreo Victorino en media cancha.

Esa tarjeta roja congeló a los americanistas en las tribunas y a Alfio Basile en la banca. Los ánimos y el nerviosismo desaparecieron. 

La resignación se apoderó de la afición local instantes previos de que Cesáreo Victorino le ganara con facilidad la carrera a Víctor Santibañez para anotar el gol con que Pachuca selló la eliminación del América, así que no les dolió tanto como las opciones de gol no concretadas ante un invencible Calero.

Lo que nadie sabía es que a partir de ese partido, con ese gol de Victorino, los Tuzos iban a iniciar un ciclo de paternidad sobre las Águilas en liguillas. La noche que se asomó Tláloc se convirtió en pesadilla para los americanistas, por lo que el dios de la lluvia no es bienvenido en el Azteca cuando ese césped lo pisa Pachuca.