A cualquier extranjero que se le explica cómo opera el futbol mexicano, le resulta algo incomprensible e incluso exótico que exista un torneo como el nuestro. Y no tiene que ver precisamente con lo futbolístico a nivel de cancha. Su asombro se debe a la manera en que el escritorio convierte a la liga en un carnaval para los propietarios, o en un negocio deprimente para el resto de los participantes.

Durante las últimas tres décadas, el tema de la multipropiedad se ha debatido sin llegar a una solución concreta para erradicarlo. Por el contrario, se mantiene vigente. Este fenómeno, conocido en el ámbito popular futbolero como “hermandad”, ha tenido vínculos especiales.

América, Necaxa y Atlante (Televisa)

En la década de los noventa, Televisa se engolosinó de futbol. Hizo de la capital del país un foco de atención futbolística en materia de transmisiones y con el objetivo de posicionar a sus tres clubes. Mientras que el equipo azulgrana fue tratado como el patito feo, los Rayos fungieron como bomberos de las Águilas al ser continuamente desmantelados para ceder jugadores. Ese maltrato motivó a los necaxistas para dar mejores dividendos a la empresa.

Monarcas Morelia y Veracruz (Televisión Azteca)

Para seguir el ejemplo de su competencia, la televisora adquirió al equipo michoacano para impulsar un proyecto con el propósito de estar en los primeros lugares. También quiso hacerlo con el equipo jarocho. Los resultados óptimos llegaron con los de amarillo al conseguir un título de liga. En contraste, los del puerto no fueron rentables.

Monarcas Morelia y Chiapas (Televisión Azteca)

Luego de una primera experiencia como propietaria de dos equipos, la televisora volvió a intentarlo con Jaguares en una plaza que hasta ese momento no era tan futbolera, ni tenía tradición en primera división. La atracción por ser novedad, así como la intención de generar un nuevo público en el sureste mexicano, no duró mucho. El club chiapaneco desapareció con el tiempo.

Pachuca y León (Grupo Pachuca)

Tras haber observado con atención los males de Televisa y Televisión Azteca en el manejo de dos clubes, específicamente a lo concerniente en escasa obtención de títulos y formación de jugadores. En este sentido, los Tuzos han dado frutos como semillero de talentos, tales como Hirving Lozano. En tanto, la Fiera se ha consolidado como un club ganador.

América y San Luis (Televisa)

Como comprobó que procurar a tres hijos en un mismo techo es difícil, la empresa redujo a dos los miembros del hogar y a cada uno en casa distinta. Se animó a probar en territorio potosino, una plaza de arraigo futbolero, aunque inconstante con presencia en primera división. El amor paterno se cansó de ser repartido al hijo pequeño, que no pudo llenarle el ojo a papá.

Monarcas Morelia y Atlas (Televisión Azteca)

En un intento más por demostrar una paternidad responsable, la televisora se la jugó con dos equipos que iban a la baja y en deterioro como protagonistas de la liga. En lugar de recomponer el hijo de sus vástagos, el padre terminó por empujarlos al abismo. Uno de ellos, el mayor, hasta debió mudarse de casa y cambiarse el nombre. Mientras que el otro, el pequeño, fue ofertado a un nuevo progenitor.

Tijuana y Querétaro (Grupo Caliente)

Algún aspecto suculento debió detectar el grupo como para entrarle al rol de padre e hijos en el futbol mexicano. Con el antecedente de haber probado las mieles del triunfo con Xolos, considerado por medios y afición como club de media tabla hacia abajo, Caliente apostó por otro club de perfil similar, no obstante, el nuevo retoño tampoco destaca.

Santos y Atlas (Grupo Orlegi)

Hay que tener aplomo para depositar confianza en el equipo rojinegro, marcado por ser un personaje secundario de la liga, esto debido a que no gana campeonatos y suele pelear por no quedar en los últimos lugares. En este caso, el hermano pequeño se ha motivado con el mayor y al menos apunta a clasificar a liguillas.