A lo largo de su historia, el boxeador mexicano ha sido identificado como un individuo ligado a la pobreza o de perfil barrial cuyas únicas aspiraciones en la vida se limitan al ring. Se le concibe como un ser inculto, despilfarrador, sin ningún otro interés que repartir golpes y gastar su dinero lo más rápido posible. Pero hay pugilistas actuales que irrumpen en el anecdotario de esos estigmas. Tal es el caso de Alan Picasso. 

Con 22 años de edad, Alan compagina el boxeo con sus estudios universitarios de Neurociencias en la facultad de Medicina en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Desde siempre le ha atraído el tema del cerebro, le inquieta saber qué tanto se esconde en la cabeza del ser humano. “No conocemos el verdadero potencial de la mente. Eso me intriga, quiero explorar o acercarme más al poder que tiene. Creo que el aspecto mental es un importante objeto de estudio en los tiempos que vivimos”, comenta a Bolavip México justo antes de entrar a clases.

 

 

Para él es fundamental contar con una carrera que le permita desarrollarse como profesional. Está consciente de que el deporte de los puños no es eterno y existen riesgos que pueden obligar a un retiro prematuro. Si bien quiere trascender en el cuadrilátero, también considera pertinente tener un respaldo para salir adelante cuando el físico de atleta de alto rendimiento no dé para más.

Respecto al plano deportivo, entrena tres veces al día para mantenerse en las condiciones que exige el boxeo actual. Quiere llegar lejos, por lo que se prepara con estricta disciplina. Es muy riguroso consigo mismo luego de haber ganado dos títulos como campeón juvenil del Consejo Mundial de Boxeo (CMB) en los pesos pluma y súper gallo, su categoría actual. No da tregua a distracciones de cualquier índole: “Estoy en una edad en la que obviamente se antojan las fiestas, experimentar muchas cosas. Pero sé que si quiero ser campeón mundial y ser un gran boxeador debo decir que no a lo que para otros chicos es cotidiano. Aparte no tengo tiempo. Entre tareas, exámenes, prácticas y peleas, aprovecho mis ratos libres para descansar”.

De 22 peleas que ha disputado, Alan ha ganado 21 (10 de ellas por nocaut) y un empate. Se mantiene invicto. Su deseo es permanecer sin conocer la derrota, pero reconoce que ha trabajado mucho para aceptar la derrota en caso de que llegue. “El boxeo me apasiona desde pequeño. Ahora que lo practico y soy un adulto, me doy cuenta que me fascina porque es una metáfora de la vida. Es la misma vida la que te golpea por distintos lados y uno se defiende o esquiva ese ataque. Te caes, te levantas y lo vuelves a intentar. Perder es parte de este deporte, del aprendizaje para ser mejor”, comparte a la vez de confesar que quiere hacer estudios dentro del ring en los periodos de sparring para determinar mediante encefalogramas cómo trabaja el cerebro, cuáles se dañan y cuáles dejan de funcionar.

Con la ilusión de enfrentarse a pugilistas como Stephen Fulton (campeón mundial de peso súper gallo CMB y OMB) y Murodjon Akhmadaliev (campeón mundial de peso súper gallo de AMB y FIB), Alan se prepara con el respaldo de SINDE, organización que busca impulsar nuevos talentos deportivos a nivel nacional con proyección a ser los mejores en su respectiva disciplina.

“Desde el primer día que SINDE se acercó para manifestar su confianza en mí, acepté ser un deportista de su organización. Contar con su apoyo es vital en mis aspiraciones. Hay un compromiso mutuo en mirar hacia adelante. Eso es clave para cualquier deportista, que te sientas cobijado por alguien que cree en ti. SINDE lo ha hecho y yo también creo en su visión de hacer crecer al deporte mexicano”, concluye Alan.


Contar con su título universitario y un cinturón mundial en casa es una motivación. Para eso se esfuerza día con día haciéndole caso a lo que un excampeón mundial mexicano y mentor que tuvo le inculcó: “Lánzate a lo que te gusta, a lo que te hace sentir vivo. Mientras haya pasión por lo que haces, los resultados irán dándose”. Ese hombre fue Érik ‘el Terrible’ Morales, uno de sus ídolos.