Infantino es el nuevo presidente de FIFA, una entidad tan corrupta y bastardeada que nos cuesta creer que algo pueda mejorar.

Comienza una nueva era en FIFA. Al menos eso intentarán hacernos creer. La confianza en la entidad madre fue dinamitada y la situación parece irreversible. Ni los sponsors, a quien solo les suele importar acrecentar sus ventas, les convence ya el millonario entramado del fútbol.

Las federaciones locales, empezando por CONMEBOL y CONCACAF que las tenemos más a mano, están destrozadas desde el punto de vista moral. Con la mayoría de sus dirigentes presos o en procesos judiciales. Y esto no se arregla de un día para el otro. Los contratos vigentes, las competencias y toda la estructura, está contaminada. Todo lo que ocurra en el fútbol actual es consecuencia de más de 40 años de oscuridad.

En 1974 asumió João Havelange y montó un imperio nefasto, que luego extendió Joseph Blatter. Con la explosión de la televisión descubrieron un negocio fenomenal, para sus propios bolsillos. Montaron una asociación ilícita que operó por décadas en las tinieblas, a través de una red de paraísos fiscales. Y todo a costas de la pasión, una fuente inagotable.

Los principales dirigentes recibieron dinero en negro a cambio de elegir ciertas empresas a la hora de otorgar los derechos de TV.

Porque descubrieron que el fuego del fútbol no se extinguiría nunca, que el deporte era tan noble y espectacular que, hagan lo que hagan, siempre tendría espectadores masivos. Se los contaron, porque del balón nunca entendieron nada.

Y así aprovecharon la explosión de la TV. Contratos millonarios, asignados sin ninguna licitación al que realmente mejores intenciones tenía de generar un buen producto, sino más bien al que más alta coima podía pagar. Lo mismo con los Mundiales. Sí, así de simple como suena, así de complejo como les explicamos en esta otra nota más extensa.

El periodista británico Jennings tuvo acceso a una lista de 175 pagos secretos entre 1989 y los siguientes 12 años. 100 millones de dólares en comisiones ilegales de parte de la empresa ISL para obtener los derechos de los Mundiales.

Blatter perpetuó un sistema putrefacto, junto a Julio Grondona, que consistió en repartir el poder a fuerza de chequera. Cada una de las 209 federaciones tiene su voto, lo que posibilitó al mandatario manejar ese poder a su placer. Si UEFA se le ponía en contra, no se preocupaban. Tenían centenares de islas en el Caribe o países remotos de África para compensar.

Una transferencia para que el triniteño Jack Warner arme un complejo hotelero privado junto a su familia, y el corrupto mandatario aseguraba el voto de toda la CONCACAF. Y solo para dar un ejemplo de los cientos que enumera Andrew Jennings en el recomendable libro FIFA: la caída del imperio. Votos a cambio de dinero en efectivo, así de simple. Dirigentes que salían de Zurich con bolsas de dinero, viajes en primera clase, hoteles de lujo, restaurantes excéntricos y costosos. Así viene funcionando FIFA hace muchos años.

Jack Warner robó decenas de millones de dólares de la FIFA. Blatter siempre lo supo, pero habría pagado cualquier precio para que le entregue esos 35 votos cruciales de la CONCACAF.

¿Puede seguir así? ¿Llega Infantino para cambiar algo de todo esto?

Difícil que vuelve a ser tan evidente todo, tan exagerado. Porque se pasaron de rosca. Hicieron una (varias) de más, diría la jerga futbolística. El asistente del mencionado Warner en CONCACAF fue mucho tiempo Chuck Blazer, quien nunca se privó de gastos y lujos (su panza lo delata) y terminó siendo atrapado por desprolijo y transformándose en el topo que ayudó a al FBI a ir atrapando a estos ladrones, uno por uno.

Pero como decíamos, el sistema ya está podrido. Será difícil revertir, y tampoco está muy claro hacia dónde se irá. Si el FBI se metió, por algo será. Las intervenciones de Estados Unidos nunca son desinteresadas. La participación de jeques, tampoco.

Y a todo esto, la principal propuesta de Infatino es ampliar los mundiales de 32 a 40 países. ¿Les suena familiar, no? Y si. Más de lo mismo. Lo que quieren escuchar las confederaciones, más plazas, para que sus federaciones estén contentas. El mismo método que las gestiones anteriores, que los extendieron de 24 a 34.

Quizá es una herramienta necesaria. Entendemos que, dadas las condiciones, se necesitaba una propuesta así para hacer ruido. Para atraer a los votantes. Se entiende. Pero, por ahora, no podemos dejar de tomarlo como tal. Como humo. Como más de lo mismo.

La oscuridad reina en FIFA. Y la luz la apagaron los mismos dirigentes que hoy votaron, o los que quedaron. Aunque las reformas serán inminentes, es muy difícil pensar en un cambio.