La Copa América y la Eurocopa nos regalaron mucho fútbol, pero, además, una cronología extraordinaria en el mano a mano entre los dos mejores jugadores del planeta. Para coleccionar.
La Champions League había cerrado con Cristiano Ronaldo pateando el penal decisivo para que Real Madrid levante su 11º orejona, la 3º en su haber. A Messi y al Barça no les alcanzaba con Liga y Copa del Rey, otra vez les habían puesto un freno en Europa cuando parecía que finalmente lograrían ganarla de forma consecutiva.
Pero era el turno de las Selecciones, algo esquivo para ambos astros, que se sumaban a la lista donde pocos se anotaron (Cruyff por ejemplo): los cracks sin títulos con sus selecciones.
Argentina comenzó su participación en la Copa América Centenario con un triunfo por 2-1 ante el campeón, Chile, con goles de Di María y Banega. Messi, con un golpe en una costilla, lo vio desde afuera.
El 10 argento recién entró vs Panamá en el segundo tiempo, pero un ratito le alcanzó para marcar un hattrick y revolucionar Estados Unidos, tierra donde le hacían sentir su condición de rockstar. Llenaron el estadio para verlo y él dio un show a la altura.
Portugal debutó con empate ante Islandia. Cristiano se va fastidioso, declara contra el planteo defensivo del rival y contesta de mala gana un pedido del capitán rival.
Para entonces, Argentina ganaba cómodo su grupo. Un contundente 3-0 sobre Bolivia con un Messi que se daba hasta el lujo de hacerle un caño al arquero.
En su segundo partido, Portugal otra vez se encontraba con un empate. Cristiano lo tuvo para ganar desde los 12 pasos, pero el palo le dijo que no.
En Europa sonaba el apellido del argentino para mofarse del portugués.
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Del otro lado del mundo, en Foxborough, Messi lideraba el concierto argentino ante Venezuela. 4-1 y a semifinales. Con Brasil y Uruguay afuera, Chile y Colombia sin brillar, la Albiceleste era el gran candidato, y estaba imparable. La Pulga se divertía con goles y también asistencias, transformándose en el gran conductor de su equipo.
En semis, otra vez una demostración fantástica. Un golazo espectacular de tiro libre, otro más. Una goleada 4-0 ante el local, Estados Unidos. Una más. Córranse del camino.
Al día siguiente, Cristiano atendió al llamado. Su país lo necesitaba y aportó con 2 goles que fueron claves en un 3-3 vs Hungría que lo tuvo siempre en desventaja. El empate, tercero de tres, increíblemente lo clasificaba a octavos como uno de los mejores terceros. Un gol agónico de Islandia, encima, lo dejó del lado simple del cuadro, que evitaba cruces con España, Italia, Alemania y Francia hasta la final.
El rival para CR7 y los suyos era Croacia. Portugal hizo el partido duro y áspero. En la prórroga pateó Cristiano, tapó el arquero y empujó Quaresma. A los tumbos, con dificultades, pero crecía en confianza y solidez.
Era el turno de Messi, que no tenía razón para pensar en Cristiano. La Euro recién empezaba y había equipos en gran nivel que parecían estar muy por encima de los lusitanos. Argentina enfrentaba su 3º final consecutiva, buscando cambiar una suerte que le era esquiva desde hace 24 años.
El comienzo fue arrollador para los de Martino. Messi provocó la expulsión de Díaz y la ventaja estaba al caer. Higuaín desperdició un mano a mano y Rojo dejó a Argentina, también, con diez. El partido se hizo más parecido al de Santiago de Chile un año antes y, otra vez, se fue a los penales.
Messi mandó el suyo por encima del travesaño y el mundo se le derrumbó. Desde entonces se acabó todo para él, como si ya supiese el final. Mientras la tanda seguía, Lio se mantuvo en la suya, totalmente ido y desconectado del equipo y la tanda que seguía.
Chile campeón y las lágrimas en su rostro.
Para colmo, las declaraciones que escuchamos una y otra vez. La frase que aún mantiene en vilo a la Argentina.
El destino es increíble, porque apenas 4 días después Cristiano se encontraba frente una definición por penales con su selección. Él sabía que todos iban a estar pendientes de la comparación, el penal fallado por Messi estaba fresco. A diferencia del 5º que pateó con Real Madrid en la última final de Champions, se hizo cargo del 1º, como su némesis.
Pero no solo eso, además, se filtró luego un video en el que se lo veía ejerciendo su liderazgo y convenciendo a Moutinho a que ejecutara un penal. El experimentado volante estaba tocado y no tenía confianza, pero su capitán lo inspiró.
Esperaba en semis la revelación, Gales. Mientras los gigantes se eliminaban entre sí, Portugal encontró su mejor versión. El duelo para CR7 era ante su compañero Bale. Partido particular. ¿Si el británico lo eliminaba y se quedaba con la Euro? ¿Se podía pensar en que le robaría el Balón de Oro? Ambos habían ganado Champions, no era una locura. CR7 despejó las dudas con un vuelo fantástico. 2-0 y a la final.
Ahí estaba. Esperaba Francia, el local, que se había ido armando y había sacado a Alemania, el gran favorito. Con figuras como Payet y Pogba, y con el mejor jugador de la Euro, Griezmann. Otra vez. ¿Podía el galo ganarle el mote de mejor jugador del 2016? En Champions se había impuesto el portugués, pero Antoine tenía con qué darle pelea.
Se hablaba de Francia, de su Euro. Pero nadie se olvidaba de Cristiano Ronaldo. Su chance de obtener el título tan ansiado, el primero en la historia de su país, de hacer algo que nadie había hecho en su tierra hasta ahora, algo que se le había negado de joven, en 2004, cuando perdió, junto a una gran generación (Figo, Rui Costa, Deco, Pauleta), por penales ante Grecia, en casa. Algo que ni el propio Messi había podido hacer hasta ahora.
Pero la ilusión duró menos de media hora. El choque con Payet, las lágrimas, el intento de seguir, las lágrimas finales. Como Messi tras su penal, se aisló en su tristeza, que se volvió el centro de la atención. ¿Tenía chances Portugal sin su máxima figura? Parecía que no.
Pero de a poco se fue incorporando. Como el Cid Campeador, su figura reapareció en el campo de juego. Se puso a la par del DT, dio indicaciones y alentó a sus compañeros, quiénes dieron la cara. De a poco pasó el vendaval y parecía más cómodo que Francia.
Las lágrimas que antes habían sido de tristeza, se transformaron en alegría pura.
Sin aportar dentro del campo de juego, el final fue diferente al que se insinuaba. Su equipo tuvo solidez cuando Francia lo apretó, Éder se disfrazó de héroe y la copa cayó en manos de Cristiano y todo Portugal.
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Historias cambiantes que fueron fluctuando, sonrisas, emoción, lágrimas, decisiones drásticas, velorio, fiesta y un final inesperado. Alguien que llame un guionista que acá tenemos una película para un Oscar.