Leicester estuvo a cinco minutos de sumar tres puntos de oro, pero West Ham aprovechó haber jugado con un hombre de más durante más de media hora de juego y dio vuelta el marcador sobre el final con goles de Carroll y Cresswell. Por suerte para los locales, Ulloa rescató un ponto desde el punto de penal cuando al partido ya no le quedaban más sorpresas.
Puede que por vez primera a los dirigidos por Ranieri les haya pesado verse en la cima de la Premier League a tan pocas jornadas de su finalización. Sin embargo, el partido presentó circunstancias especiales que atentaron contra el destino de los Foxes.
El cuento comenzó bien, con Jamie Vardy haciendo el trabajo que más le gusta tras una asistencia de Kanté, que terminó con el 1-0 para los locales luego de una buena definición cruzada a los 17 minutos del primer tiempo.
Con la ventaja en el marcador, el juego se volvió favorable para Leicester, pero la expulsión del propio goleador por simular una infracción en el área y recibir la segunda tarjeta amarilla cuando quedaba más de media hora de partido complicó los planes del equipo.
Ranieri movió piezas para acomodarse en el campo, y pareció conseguirlo hasta que el árbitro quiso cobrar uno de esos agarrones en el área que suelen pasar de largo y Andy Carroll igualó de penas a cinco minutos del final.
Apenas un minuto más tarde, Aaron Cresswell colocó un remate preciso que venció la resistencia de Schmeichel y todos en el King Power Stadium vieron como se frustraba un juego que parecían tener en el bolsillo. Hasta que con algo de culpa por ser el villano de la historia, el árbitro decidió compensar al Leicester con un penal inexistente y el argentino Ulloa, que había ingresado tras la expulsión de Vardy, puso el empate definitivo y le dio a los Foxes un punto que será importante analizado a la distancia.
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