La intensidad del fútbol crece sin límite. Los despliegues físicos son cada vez más impresionantes y le dan al juego una dinámica casi robótica. Pero a veces nos olvidamos que lo practican seres humanos.

La fuerte entrada de Héctor Moreno a Luke Shaw en Champions League a la lesión que le provocó Carlos Tevez a Ezequiel Ham en el Torneo Argentino, son cristalizaciones de un problema mucho mayor que las jugadas en sí: el vértigo con el que se busca una victoria.

No queremos acusar a los jugadores culpables esta semana. No por lo menos en estas líneas. No nos importan los nombres propios, sáquenlos si quieren. No estamos aquí tampoco para hablar de intenciones, para eso quizá haga falta un psicólogo.

Los seres humanos se transforman en el carbón de este ferrocarril que no va a ningún lado. Pero va. Y no tiene frenos.

Lo que queremos esgrimir es un pedido, a los jugadores en general. Porque sabemos que poco se le puede pedir a las corruptas asociaciones que rigen el deporte, o los árbitros, que llevan a cabo como pueden una de las labores más difíciles del mundo. Por eso nos dirigimos a ustedes, protagonistas: saquen la pierna. Bajen las revoluciones. Ganar no es lo único que importa en este mundo.

El fútbol va perdiendo cada vez más sus condiciones de juego, y la búsqueda de puntos, y dinero, todo se fagocita. Sponsors, prensa, derechos y millones de dólares que danzan y nublan la vista.

Y este deporte tan hermoso se transforma en una máquina, que como todas, consume. Y los seres humanos se transforman en el carbón de este ferrocarril que no va a ningún lado. Pero va. Y no tiene frenos.

Como no tuvo Tevez en la fatídica jugada. Somos partidarios de pensar que ningún jugador tiene la intención de quebrar a otro rival. Pero todos son responsables por el rigor con el que se juega. Nada importa con tal de ganar, y esta presión, esta adrenalina, lleva el fútbol al límite, al vale todo.

Se aplaude con euforia al jugador que gana un balón dividido. Se pide entrega, se pide dejar la vida. Pero luego se llora cuando un mal cálculo se lleva una pierna. Una vida. Frenemos un poco.

Y ya no le podemos pedir al fútbol que se detenga. A los empresarios que dejen de invertir. A las marcas que no solo vayan con el que gana campeonatos. A los entrenadores que que cambien los planteos. A los preparadores físicos que no los lleven al extremo.

Nada importa con tal de ganar, y esta presión, esta adrenalina, lleva el fútbol al límite, al vale todo.

Son ustedes los únicos que lo pueden parar, jugadores. Alivianar. Es posible pensar antes de ir a disputar una jugada. Hay un instante para sacar la pierna, para repensar la fuerza, para darse cuenta que no se llega.

Actitud es pedirla cuando quema. Huevo es mantener la precisión para un pase quirúrgico cuando las piernas no dan más. No esto. No lastimar a un rival. Eso es vehemencia. Demencia.

No se jueguen la vida por una pelota. Jueguen a la pelota, toda la vida.

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