Aficionados del América de México invitaron a sus rivales de Chivas de Guadalajara a unirse en el pedido de justicia por los 43 estudiantes desaparecidos de la Escuela Rural Normal de Ayotzinapa, y lo harán durante el clásico nacional que tendrá lugar justo un año después de aquel día negro.

El 26 de septiembre en México es día de clásico nacional, pero difícilmente se viva como una fiesta porque en Iguala, sean de América o de Chivas, los goles nunca volverán a gritarse como antes.

Parece mentira que hace apenas un año, en la ciudad en que se forjó la independencia y se dio nacimiento a la bandera, se haya decidido tan arbitrariamente sobre la libertad de 49 estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa, seis de ellos asesinados y 43 que permanecen desaparecidos.

Ocurrió a tan sólo 300 kilómetros del Distrito Federal, de un Estadio Azteca que, un año después, se prepara para recibir el choque más esperado por todos los aficionados del fútbol en México. Policías municipales y federales descargaron sus frustraciones en una balacera contra estudiantes. Rebeldes, sí, pero tan merecedores de la vida como las decenas de miles de personas que colmaran las gradas el próximo 26 de septiembre.

El relato de la brutalidad recorrió el mundo, generó indignación en los rincones más lejanos y desesperación en la región. Con el tiempo, volvieron a ocupar la escena el fútbol, la economía, el marketing, como pasó siempre, salpicando a todos con algo de responsabilidad por el olvido. Sin embargo, en Ayotzinapa, en Tixtlán, en Iguala de la Independencia, el terror sigue siendo el mismo de aquel día.

Como ejercicio de la memoria, como grito desesperado, como un intento más de conmover y despertar a la justicia adormecida, el estadio Azteca no recibirá el clásico nacional como a uno más. El fútbol, como fenómeno social único en su especie, no dará lugar al silencio y pedirá justicia a viva voz cuando se dispute el minuto 43 de juego.

El saldo de Ayotzinapa no son sólo los seis estudiantes asesinados y los 43 desaparecidos. También es la guerra narco, un presidente municipal en fuga, un gobernador acorralado, un mandato presidencial cuestionado ya no sólo por el pueblo mexicano sino por toda la comunidad internacional, y un palacio de gobierno en llamas. Y bronca, indignación, terror, compromiso, demasiadas sensaciones como para quedar relegadas a un segundo plano, incluso, cuando se juegue el clásico de clásicos.

+Prohibido olvidar

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