En cualquier típica encuesta de redes sociales para preguntar a cuál equipo mexicano se extraña más en primera división, esto con base en un parámetro de cinco clubes, Tecos de la UAG no es uno de los más entrañables.

A diferencia de Toros Neza -que suele encabezar este tipo de ejercicios sobre los deseos para un futuro retorno-, el club de la Universidad Autónoma de Guadalajara generó poca simpatía fuera de su nicho a pesar de que sí obtuvo un título de liga, mérito que no le fue suficiente para engendrar arraigo entre la afición mexicana en general, o por lo menos aprecio.

Y no fue un campeonato precisamente olvidable el que conquistó. La temporada 1993-94 fue (casi) perfecta para el equipo: campeón, líder general, menos partidos perdidos (4), menos goles recibidos (26). Los números fueron el reflejo de un funcionamiento colectivo maniobrado por jugadores que destacaban por dominar su posición y que se complementaron bien en el diseño de Víctor Manuel Vucetich, quien en su primer torneo con Tecos logró lo impensable, una hazaña que le valió ser concebido como Midas, porque lo que tocaba lo convertía en oro, tal como lo había hecho con Potros Neza y León anteriormente.

Su extraordinaria campaña fue tan sorpresiva que Jalisco se entumeció por no saber cómo reaccionar ante el escudo futbolero menospreciado del estado; Chivas, Atlas y Leones Negros dejaron de ser noticia por culpa de la camiseta con menos pasión transmitida y absorbida a nivel estatal.

El asombro fue tal que aficionados del país tardaron en comprender que un equipo nada habituado a pelear trofeos, se coronara. Para una mayoría se trató de la sorpresa más grande del futbol mexicano hasta ese entonces.

Osmar Donizette se volvió el objeto del deseo para los grandes. Jaime Ordiales, Porfirio Jiménez y Guillermo Vázquez hicieron que sus clubes anteriores se arrepintieran por haberlos dejado ir. José Luis Salgado se puso en la mira de Miguel Mejía Barón para ser incluido en la lista mundialista de 1994. Jugador por jugador, el plantel tecolote fue una auténtica revelación pese a que varios de sus integrantes ya eran experimentados.

Sin embargo, su proeza fue efímera. Con el correr de los años, entre varios factores, fue arrumbándose en el baúl de los recuerdos porque desapareció el equipo. Ingrato o no, aquel título de liga suele ser retomado cada vez que se habla del palmarés de Víctor Manuel Vucetich, artesano de ese trofeo que engalana la vitrina de un equipo que poca gente extraña en primera división.