Mejor inicio de 2012 para Tigres era imposible. Cerró 2011 con el título de liga luego de vencer a Santos con facilidad en la final donde el árbitro Marco Antonio Rodríguez también quiso ser protagonista al mostrar tarjetas. Así iniciaba la década de ensueño bajo el mando Ricardo Ferretti.
El éxito felino fue un gran escaparate para los regios que eran aficionados al equipo, no solamente por la lógica felicidad de celebrar el campeonato sino por la oportunidad de olvidarse por un momento de la tragedia que en agosto de 2011 estremeció a todo Nuevo León: el incendio y la masacre en el Casino Royale a manos del crimen organizado que causó la muerte de 52 personas.
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Así como el luto y el miedo se sentían en el estado, la alegría futbolera también se hizo un hueco para albergarse en algunos hogares de la población, es decir en las viviendas de corazón tigre.
Pero el 24 de febrero de 2012, la sonrisa debió congelarse. La noticia de que el padre de un jugador de Tigres había sido detenido en Jalisco, señalado de liderar una banda de secuestradores en Sinaloa y Durango de 2000 a 2003, opacó al futbol para centrar de nuevo la atención en un tema de (in)seguridad.
La información corrió de inmediato. Se trataba de Pablo Tostado Zamudio, padre de José Tostado Gastelum, futbolista campeón mundial con la Sub 17 en 2011 que llegó a Tigres ese mismo año procedente de Chivas luego de negarse a cumplir con el requisito de continuar con sus estudios de preparatoria para permanecer en el club rojiblanco.
José, sin figurar en el primer plantel de Tigres, se convirtió en el blanco de la prensa por una situación ajena a las canchas. Su nombre cobró mayor relevancia el 28 de febrero, día en que su padre apareció muerto en el penal de Culiacán, Sinaloa, colgado de los barrotes de su celda.
Sin embargo, la situación para José empeoraría por revelarse el pasado de su familia en relación a sus vínculos con el narcotráfico. Pablo Tostado Félix, su abuelo, con antecedentes en el delito de privación ilegal de la libertad, murió en circunstancias similares a las de su padre en 2009 dentro de un penal en Durango; se dijo que era un ajuste de cuentas por añejas rencillas con Manuel Beltrán Arredondo, antiguo colaborador de Joaquín ‘el Chapo’ Guzmán.
Las diferencias entre Beltrán Arredondo y Tostado Félix nacieron en el año 2000 cuando el primero acusó al segundo de secuestrar a su esposa, Rosa Emma Quintero Félix, por quien pidieron como rescate 100 millones de dólares, 50 kilos de cocaína y un lote de armas largas.
Pese a que Quintero Félix fue liberada durante diciembre del 2000 y Tostado Félix dijo que nada tuvo que ver en el secuestro, Beltrán Arredondo juró vengarse de esa afrenta. A partir de ese instante sucedieron levantones, ejecuciones y fabricaciones de delitos hacia familiares de Tostado Félix.
Mientras esas informaciones fluían en medios nacionales, Tigres decidió arropar a José Tostado, su jugador, ofreciéndole apoyo psicológico frente a lo que vivía. Bajo el argumento de que el futbolista no era culpable de las acciones de su padre y abuelo, el club procuró salvaguardar su salud mental.
Después de ese episodio, la desdicha, cruel y despiadada, acompañó a José en su carrera futbolística. Su futuro prometedor quedó estancado en el pozo de las ilusiones apagadas: la segunda división. Correcaminos, Murciélagos e Irapuato fueron camisetas que vistió para hacer lo que le llevó a ser campeón mundial: jugar futbol. Ya no al nivel que pudo alcanzar, y sí con lo que el corazón le dio ante el antecedente que, de alguna u otra manera, marcó su camino.
Así, lo que fue el comienzo de la década triunfadora de Tigres, de forma paradójica fue el fin de un joven con proyección que apenas tocaba a la puerta para dar el salto al profesionalismo de primera división.
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