Quizá, en los debates donde existen pocas dudas con relación a grandes pilotos de la Fórmula 1 se incluye a Ayrton Senna, quien figura para muchos como el mejor de todos los tiempos, o uno de los más grandes de la historia, pues su pasión lo llevó a la cúspide del deporte motor con un gran palmarés a sus espaldas.

Debutó en 1984. Su osadía latinoamericana arribó a las pistas de la máxima categoría del automovilismo mundial para hacer acto de presencia, una notable que se evidenció aún más en la temporada siguiente cuando se adjudicó su primera victoria en el Gran Premio de Portugal en 1985.

Luego, arribó la etapa más hermosa en su carrera, llegando a definir una época inolvidable en el Gran Circo. Hablamos de finales de la década de los 80 y principio de los 90 cuando la rivalidad del brasileño se cruzó con Alain Prost para generar una batalla increíble por los títulos mundiales.

La huella de Ayrton Senna

Resultó campeón en 1988, 1990 y 1991. Era un auténtico maestro bajo la lluvia, su talento sobresalía a bordo de monoplazas con cambios de marcha manuales, y aun así, era capaz de llevar el auto hacia los límites, considerando las condiciones de pista mojada, donde sólo él era capaz de hacerlo de esa forma.

Ejemplo de ello fue la primera vuelta en el Gran Premio de Europa 1993, en Donington Park. Allí, gran parte de la magia de Ayrton Senna se dejó ver sobre un circuito cubierto por agua de lluvia, donde unos luchaban por no perder el control, mientras él batallaba para llegar al frente.

Ayrton Senna (Foto: Pascal Rondeau | Getty Images)

Ayrton Senna (Foto: Pascal Rondeau | Getty Images)

Era innegable la calidad del brasileño cada vez que se colocaba el casco, aunque muchos, hubiesen deseado que no enfundara su casco aquel 1° de mayo de 1994 en el circuito de Imola. La curva Tamburello arrebató de las manos a uno de los más grande de todos los tiempos de manera abrupta y repentina.

Aquel hecho conmocionó a la comunidad del automovilismo mundial, sin pasar por alto que el día anterior había fallecido su compañero de equipo Roland Ratzenberger en el mismo circuito. Las señales del destino eran claras, Senna no quería subirse al auto luego de ver como perdía a su compañero de equipo.

Es como si su sexto sentido le advirtiera, pero lamentablemente la Fórmula 1 decidió continuar sí o sí, y Senna, como gran profesional que era, subió a su monoplaza donde acabó su carrera de manera trágica, dejando traumada a la afición del Gran Circo y elevando su legado de forma prematura y permanente.