Nada más fastidioso y molesto para un reportero que los boletines de prensa. Son materiales que carecen de esencia informativa. Vaya, son pura paja. ¡Debe ser horrible redactar comunicados! Si son relacionados a la materia deportiva, peor todavía. Generalmente nunca dicen nada relevante. En realidad son utilizados para presumir algo, excusarse o disculparse por una situación.
Para evitarlos es mejor acudir a las fuentes de forma directa. Un espacio donde se les puede encontrar a dichas fuentes es en las conferencias de prensa, espacios en que tampoco suele ocurrir gran cosa. De hecho, la mayoría de las veces son aburridas. Es más, se comenta lo mismo que te informan en un boletín enviado a tu correo electrónico. Ridículo, ¿no?
Sin embargo, rara la ocasión, esas conferencias de prensa llegan a ofrecer historias que van más allá de lo que aparentemente se aborda en ellas. Tal es el caso de lo que sucedió con Arturo Rivera durante uno de los anuncios que la empresa Robles Promotions hizo sobre sus funciones en el Gimnasio Juan de la Barrera.
En diciembre de 2021, casi dos semanas antes de Navidad, la empresa luchística citó a los medios de comunicación para informar acerca del retorno de las tradicionales funciones navideñas de lucha libre en la Ciudad de México con un cartel estelar. Con todos los reporteros reunidos en uno de los salones del Juan de la Barrera, apareció ‘el Rudo’ Rivera para acompañar al elenco de luchadores en su presentación.
Todo transcurría con normalidad hasta que se escuchó un “crgrgrgrgr”, es decir, el sonido de una silla quebrándose. Fue la de Arturo Rivera. El comentarista cayó al suelo, hecho que alarmó a todos los presentes porque se tenía noción de su estado de salud. Rápido se le ayudó a incorporarse e incluso él bromeó diciendo que fue por comer tantos tacos al pastor. Hubo risas pero también preocupación.
Reporteros de la fuente no podían ocultar su sincera mortificación por Rivera. Entre los más angustiados estaban aquellos que rondan entre los 35 y 50 años de edad. “Crecí escuchando sus narraciones de lucha en la tele”, dijo uno de ellos. “Yo también”, comentó otro. “Pues yo creo que todos”, abonó uno más. Y es verdad. Una generación de aficionados a la lucha libre creció con los pasajes orales que construyó para denostar a los técnicos y enaltecer a los rudos.
Detrás de esas alegorías hacia la grandilocuencia de la villanía y la fragilidad del bien respecto a los bandos que se enfrentaban en un ring, ‘el Rudo’ fue pieza fundamental para que la lucha libre trascendiera como un contenido televisivo de suma importancia en la década de los noventa y años posteriores. Acercó ese espectáculo deportivo a la gente en sus hogares.
Así como aconteció con el futbol en aquella época, entiéndase el gusto por ver los partidos para disfrutar de jugadores y narradores al mismo tiempo, la lucha libre encontró un amplio recibimiento del público tanto por los gladiadores como por las voces que describían las acciones del cuadrilátero, destacándose Alfonso Morales, Arturo Rivera y más tarde Miguel Linares.
Contribuyó a que se odiara o amara más a los rudos. No obstante, eso fue lo de menos. Lo valorable es que, con o sin intención, propició a que los televidentes se animaran a cambiar la cotidianidad de sentarse en el sillón de casa por la aventura de ir a una arena para disfrutar en vivo las luchas.
“Ojalá nos dure mucho”, pronunció uno de los reporteros luego de que Rivera volvió a sentarse tras la caída en la conferencia de prensa. Imposible imaginar que para varios esa iba a ser la última anécdota con relación al comentarista. Y si de durar se trata, sí, durará bastante ‘el Rudo’. Para eso están los recuerdos y los legados, elementos que no caben en un boletín de prensa.