La revolución que provocó el entrenador argentino en un equipo de Guadalajara que antes de su arribo se había olvidado de ganar ya pagó con tres títulos.
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Desde que se convirtió en el pastor del Rebaño Sagrado, allá por septiembre de 2015, Matías Almeyda tocó dos teclas claves: la motivación de un grupo que se había acostumbrado a los golpes y la jerarquización de un torneo que suele ser menospreciado por los equipos más importantes de México.
Y fue precisamente la Copa MX la competición que le permitió al entrenador argentino revitalizar a Chivas y dotar a su plantel de la confianza necesaria para poder ir en busca de ese objetivo mayor que es un título de Liga MX que se niega desde 2006.
El triunfo ante Morelia, en una agónica definición por penales, coronó el tercer título para el Rebaño de Almeyda. Quedó claro que hubo trabajo previo y un especial empuje psicológico que tuvo su punto culmine en la charla motivacional que el DT dio a sus jugadores previo al partido.
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Hubo merecido festejo, pero no habrá desenfoque, porque este mismo sábado el equipo deberá sacar provecho del envión, para conseguir un buen resultado ante Cruz Azul y seguir dando cauce al sueño mayor, que definitivamente podría consagrar al Pelado como prócer de Guadalajara.
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