El partido del jueves por la noche arrojó un resultado de 21-7 a favor de los Cleveland Browns sobre los Pittsburgh Steelers. Igualmente, lo deportivo resulta anecdótico luego de la vergonzosa trifulca que protagonizaron Mason Rudolph y Myles Garrett.

Tras un forcejeo, el jugador de Cleveland le arrancó el casco a su rival y, momentos más tarde, le asestó un golpe en la cabeza transformando un elemento de protección en un arma que hasta pudo a ser letal.

En 2013, Erik Walden, linebacker de los Indiannapolis Colts, le arrancó el casco a Delanie Walker y, cuando éste fue a increparlo, le pegó un cabezazo (el sí tenía casco) en la boca. Para las cebras no fue tan grave como para expulsarlo y la liga se mantuvo en la misma línea, apenas suspendiéndolo por un juego.

La situación generó indignación en el mundo del futbol americano y hay un gran consenso en que tiene que haber una dura sanción para Garrett, por lo que recordamos algunas de las más notorias en situaciones similares, sin contar escándalos como el Bounty-gate de los Saints o numerosos incidentes fuera de temporada que incluyen agresiones o abuso de sustancias prohibidas.

Otro caso de agresión fue el de IK Enemkpali, quien tuvo un altercado con el mariscal de campo Geno Smith en los vestidores de los New York Jets. El ala defensiva le pegó un puñetazo a su entonces compañero y le rompió la mandíbula, tras lo que fue cortado y, más tarde, suspendido por la NFL por cuatro juegos.

Sin embargo, el caso más parecido es, acaso, el de Albert Haynesworth, tackle defensivo de los Tennessee Titans en 2006, cuando le pisó la cabeza al centro de los Cowboys, Andre Gurode, provocándole un corte. El jugador fue expulsado y recibió una sanción de cinco juegos.

De cualquier manera, el caso de Garrett parece algo más grave dado que utilizó el casco como arma para agredir a un rival indefenso, sin importar lo que hubiera hecho Rudolph.

Su accionar generó un fuerte rechazo en la liga, tanto en jugadores y protagonistas como entre los especialistas, por lo que podríamos estar a horas de conocer una sanción ejemplar.

Solamente sería equiparable a casos de amaño deportivo vividos en la primera mitad del siglo pasado, que generaron suspensiones de por vida a Art Folz (1925), Frank Filchock y Merle Hapes (1947).