Clima de Superclásico en la Bombonera con un gran recibimiento, las cargadas de siempre y una bandera particular.

Boca y River le dan color a la cotidianidad del fútbol argentino. En un país donde pasa de todo, pero donde la charla futbolera sigue siendo siempre la primera, el “gaste” o “chicana” es un recurso recurrente. Las relaciones interpersonales, ya sea entre amigos, colegas o vecinos, suelen comenzar de esta forma.

Y el argentino entonces se reconoce como creativo, vivaz y ocurrente; hay que estar todo el tiempo atento y despierto para ganar de mano. No es casualidad el color que se ve en el estadio, la fiesta. Es la manifestación máxima de este día a día.

Boca, hoy, cuenta con un as de espadas en este terreno. El descenso de River en 2011, siendo Boca el único equipo grande del país que no perdió la categoría, le da un argumento difícil de refutar, al que de todas formas River a respondido en la cancha en el último tiempo.

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Aún así, el riesgo de esta carrera es que a veces no tiene freno. Y las cargadas se inflan e inflan, y llegan a situaciones como la de la Copa Libertadores, donde hinchas de Boca arrojaron gas pimienta a los jugadores de River. Y sí, esa sensación de ser parte que tiene el hincha, debe escuchar al vecino, al portero, al taxista y a los compañeros de trabajo, genera en algunos puntos consecuencias negativas.

La noche del gas pimienta generó un nuevo conflicto discursivo de que uno abandonó, de que el otro fue el que no quiso jugar el segundo tiempo. Y así seguirá, aunque esperemos que, al menos, nunca más vuelva a exceder el plano discursivo.