Atlético Bastilla se fundó para demostrar que el sistema deportivo de Perú puede cambiar, por lo que ni jugadores ni cuerpo técnico cobran por sus servicios, como si jugaran por amor a una camiseta que ni siquiera ellos conocen.

Con Juan Cominges como entrenador, el equipo que viste de negro y que llama a una revolución rodeado de millonarios patrocinadores comenzó su andar en la Segunda División de la región de San Borja, del fútbol peruano, para intentar dar una lección de principios.

La propuesta, un tanto contradictoria, mezcla el espíritu amateur con una fuerte campaña de marketing y busca dar un mensaje ejemplificador, en el que los esfuerzos de cada jugador sean producto del hambre de gloria.

Es por esta razón que ni futbolistas, ni cuerpo técnico ni directivos, en principio, cobran por sus servicios. “El Bastilla no es solo un proyecto deportivo, sino también social. Lo que queremos es generar un cambio real desde los dirigentes, los aficionados, los mismos jugadores y el cuerpo técnico. Nos basamos en tres cosas primordiales. La filosofía que pretendemos difundir, valores de la persona y principios deportivos”, explicó Jonathan Strauss, uno de los impulsores del club.

Inspirados en la toma de la Bastilla que inició, en París, la mayor revolución moderna en materia de derechos sociales, la propuesta parece ser algo pretenciosa. Habrá que esperar para saber si responde a un verdadero deseo de cambio o, como tantos movimientos autodenominados revolucionarios a lo largo de la historia, es sólo un discreto producto de marketing.

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