Perseverancia, disciplina, objetivos claros, humildad y buena energía. Así lo describe al nuevo entrenador de Boca quien lo conoce desde sus inicios y quien lo vio resistir cuando la realidad era otra. Pero, justamente, hizo todo para cambiarla, para que su destino finalmente fuera el deseado. Ariel Cólzera, compañero de aquella categoría 86 del Xeneize, lo recuerda así ya de pibito en una charla con BOLAVIP: “Fernando Gago, siempre cuento la historia, fue un tipo que siempre motivaba al grupo, por más que no jugara. Se bancó siempre siendo positivo hasta que empezó a demostrar y después fue el que entró y la descosió“.
En aquella División no sólo estaban Pintita y Cólzera. La 86 de Boca los tenía a Neri Cardozo, Nicolás Bertolo, Luis Escalada y a Leandro Díaz, quien en esa época era el titular. “Cuando yo llegué estaba él en Prenovena, y en su posición jugaba Leandro Díaz, que hoy es ayudante de Eduardo Domínguez. Leo le sacaba mucha diferencia futbolística y físicamente. Entonces no jugaba”, explica el Loco, ahora captador de talentos en Atlético Rafaela y jugador de Ramona, a sus 38 años.
El mismo Gago fue quien reveló que, sin la chance de ser titular en aquellos años en su categoría, casi queda libre. Cólzera agrega: “Pero hay técnicos que deciden tener gente como él, positiva, dentro de un grupo. Él siempre estaba. Y en un momento lo querían dejar libre, pero la decisión fue de Jorge Griffa para que no lo hicieran”.
Su espera dio sus frutos, porque fue a una gira donde la rompió. Y por fin tuvo su chance en Primera, con apenas 18 años. El Chino Jorge Benítez asumió en Boca tras la salida de Miguel Angel Brindisi y en diciembre del 2004, con el equipo titular disputando la Copa Sudamericana, le dio la chance a Gago de ser titular ante Quilmes. “Siempre cuento esa historia de Fernando Gago, cuatro años en Inferiores que no jugaba y, hasta llegó a jugar en las Selecciones juveniles conmigo. Si estás en Prenovena tenés que mentalizarte para jugar en Novena, que ahí están los mejores. Y desde Novena te tenés que ir mentalizando que tenés que ser el mejor y tener la chance de estar en alguna Selección juvenil”.
-¿En qué momento se dio el cambio?
-Yo me acuerdo de los primeros dos o tres años cuando llegué, dije este flaco no puede jugar a la pelota, pero como era positivo… Después fue demostrando en otra posición, cosas que hoy miro en los chicos cuando trabajo en la captación. Fernando mostraba cosas diferentes. Los movimientos, los controles, los pases. Cuando hicimos esa gira la rompió. En ese momento estaba Cascini, Battaglia, había otros jugadores. Pero uno sabía que iba a llegar a llegar a ser alguien el día de mañana.
-Remarcás lo de ser una persona positiva…
-Sí, por ahí en los entrenamientos, con la Selección, en la Juvenil, que uno sabe que se tiene que ganar el puesto, uno erraba un gol y él desde la posición que estaba del otro lado te decía “pero vos sos pelotudo, no bajés los brazos, ¿vos pensás que vas a tener esa sola oportunidad? Generate más y en vez de uno vas a hacer tres goles”. Siempre tirando la positiva, siempre la mejor para los compañeros.
-¿Cómo lo ves ahora que va a ser el DT de Boca?
-Me pone muy contento, la verdad, por la carrera que hizo él, lo que yo siempre les digo a los chicos que dirijo hoy: que no bajen los brazos, que uno siempre tiene que estar preparado para las oportunidades porque no sabe cuándo le puede tocar. Hoy me pone muy contento que él pueda llegar al club que realmente él ama, porque la verdad que todos saben lo que sufrió, siguió jugando, nunca bajó los brazos. Y hoy le toca estar al frente de un equipo que, en mi opinión, viene muy mal. Gago tiene una personalidad, un nombre, una idea de juego que por momentos me gustan.
El contraejemplo
Así como Ariel, a quien lo apodaron el Loco y no de casualidad, utiliza la historia de Gago para motivar a los jugadores que dirige, también usa su propio relato para contarles a los pibes… lo que no deben hacer. “Me creía Dios y cuando estuve en Primera División, con 15 ó 16 años, me llevaba al mundo por delante”.
Cólzera no llegó debutar en Boca. Fue un par de partidos al banco y después le tocó partir. Él se hace cargo de su historia y en su voz no hay reproche: cada uno de sus errores los canalizó en forma de experiencia para hoy intentar inculcarle a las nuevas generaciones una mirada más responsable y consciente.
“Yo no aprovechaba esas cosas, entrenar al máximo, estar siempre cuidándose. Yo vivía en una nube de pedos con Carlitos Tevez y Jonathan Fabbro. Lo tuve al mejor técnico de la historia de Boca, a Carlos Bianchi, que me hablaba y yo no tomaba consejos, porque pensaba que iba a ser Messi hoy. Y llegó el momento que Bianchi me dijo ‘mirá, tenés que ir a buscar la oportunidad a otro lado, porque acá no estás haciendo lo que yo pido'”. Así de duro fue el mensaje.
También entiende el chaqueño que su vida cambió de un momento a otro y ese golpe también fue duro. La primera vez que tuvo la chance de salir de Resistencia, duró unas horas: a pedido de Griffa, se fue a Newell’s. Llegó a las 8.30 y a las 2 de la tarde se estaba volviendo porque extrañaba a su familia. Una familia numerosa compuesta por mamá ama de casa, papá albañil y otros ocho hijos, cinco varones y cuatro mujeres. A los ocho años no pudo dar el salto.
Pero a los 13 cambió la historia: lo vieron en una prueba y lo llevaron a Boca para verlo jugar. Ya en Buenos Aires, el Chapa Suñé y Roberto Mouzo le dijeron que de ninguna manera iba a seguir jugando de central y lo ubicaron como wing por derecha o por izquierda.
“De central era metedor y pasaba el ataque. En la primera prueba que me toca en Casa Amarilla, desbordo y me dice Mouzo: ‘Nene, vos sos wing. ¿Te animás a jugar de wing?‘. Sí, le dije con tal de jugar. ‘Tenés desborde, centro’. Y quedé ahí de delantero por derecha. Siempre cuando lo cruzo a Mouzo o tengo la oportunidad de hablar le agradezco porque gracias a ellos después pude hacer mi carrera futbolística”.
Ese día se comió un choripán mirando la Bombonera, esperando el partido que cambiaría su vida. “De estar en Chaco, de ir a la casa del vecino para poder ver un partido de Boca, toda mi familia de Boca, a estar ahí era algo muy lindo”, recuerda. Y no fue la última vez: lo citaron para sumarse a las Inferiores.
Un micro a La Boca
“Cuando tenía que viajar para ya quedar en Boca, yo me fui a jugar un torneo el día sábado y se viajaba el domingo a las 9 de la noche. Fui al torneo el sábado de noche, me quedé ahí amanecido con los chicos, habíamos ganado unos kilos de chorizo y al otro día se jugaba otra vez. A las 6 de la tarde me va a buscar mi hermano que se enteró que estaba ahí, me pegaron un baño, me subieron al micro y me siguieron 20 kilómetros en un remís para que yo no me baje“, relata.
Hoy, a la distancia, siendo el menor de los nueve, agradece por siempre que le hayan insistido así. “En Chaco a esa edad, con gente muy humilde, o tomás la decisión de ser alguien en la vida o vas para el lado feo, que es andar consumiendo o vendiendo, tengo miles de amigos que están presos. Ellos me decían: ‘¿Te diste cuenta que te subimos al micro y te seguimos y sino terminabas como tal?’. Por eso siempre fui agradecido a mis hermanos y a mi familia”.
El señor Carlos Bianchi
-¿Qué pasó en aquella charla con Bianchi?
-Él venía y me hablaba como a un Guillermo Barros Schelotto, como a un Tevez. Me hablaba, me aconsejaba y a mí me entraba por un oído y me salía por el otro. Yo tenía una personalidad así, en menos de dos años me cambió la vida, de andar jugando en el barrio a estar entrenando con Guillermo, Riquelme, Palermo, Tevez. Y como jugaba en la Selección, iba a Reserva y me creía un poco más de los chicos. Y sí, Carlos siempre miraba por la ventanita. Yo vengo de jugar el Sudamericano o el Mundial (sub 17), no me acuerdo bien, y quería vacaciones. Mouzo me dice ‘mirá, yo sé que venís de un viaje, pero necesito que juegues el sábado contra River, el clásico, te necesitamos’. Yo, ‘pero Roberto, vengo de jugar’. Jugás el sábado y después te vas de vacaciones. Me quedo para jugar y me hago echar a los 15 el segundo tiempo. Cuando voy para el vestuario, en la ventanita estaba Bianchi con Carlos Ischia. Después vino el reto, y yo ahí como que empecé a entender, un técnico que estaba ganando todo y que viniera a hablar a un chico de 15, 16 años. Pero en el momento uno no se da cuenta.
“Siempre lo digo: el primer boludo fui yo de no escuchar a gente que quería lo mejor para mí. Como decía Carlos ‘yo te hablo y cuando yo no te hable, ahí es porque no me interesás para nada’ y eso lo que le digo a los chicos”. Todo eso que aprendió de Bianchi, a quien admira, intenta volcarlo en la formación de las nuevas generaciones. No sólo ahora como DT sino también mientras fue jugador.
En Temperley se acercaba siempre a la pensión para hablar con los pibes, ayudarlos, acompañarlos, ver qué necesitan. “Yo juntaba a los chicos que tenían dos o tres par de botines, si a uno se le abrió un poquito, lo querían tirar, lo mandaba a coser e iba a la pensión y se los daba. Tenía charlas con los chicos, cosas que a mi en su momento me hubiese gustado que otros hicieran, que vengan a la pensión para estar cerca”, dice sobre su experiencia en la pensión de Boca.
Un pibe de Selección
Apenas llegó a Boca, tras jugar un torneo en Chapadmalal, a Cólzera le llegó la chance de conocer el predio de Ezeiza. Convocado por Miguel Angel Tojo, fue parte primero de una Pre Sub 15 y luego ya con Hugo Tocalli de la Sub 17 que ganó el Sudamericano 2003 en Bolivia y fue tercero en el Mundial de Finlandia. Si, con Gago entre otros.
“A Lucas Biglia le decíamos que él nació con el babero de la Selección puesto. La manera de hablar y de expresarse era impresionante. Desde chiquito la verdad que te emocionaba. Te decía ‘hay que disfrutar del momento en que estamos, hoy estamos acá entrenando en el mejor predio del fútbol argentino y representando a nuestro país’. Esa era la famosa charla de él y de Ezequiel Garay“. Si, con apenas 16 años transmitía ese mensaje.
Eso le dio la chance de ser citado a la Selección Mayor, aunque la experiencia duró poco: menos de un entrenamiento. “Hay una famosa historia que el Loco Bielsa en la primera práctica de fútbol, me echó”, anticipa.
Se trató de una Selección compuesta por jugadores del fútbol local. Mariano González, Abbondanzieri, Clemente Rodríguez y algunos de los que habían jugado bien aquel Mundial Sub 17 como Cólzera, Biglia y Garay.
“Nos subieron a entrenar ahí y tuve la desgracia… No la desgracia, fui a definir y quedó el pie de arriba y Milito la quiso rechazar y me pegó con la cabeza en el tapón. Desborda Mariano González, tira al centro y yo anticipo con el pie a media altura, remato, me la tapa el Pato y le corto la cabeza a Gaby Milito. Y ahí el Loco Bielsa, con ese apodo y me echó de la práctica. No me dio tiempo a nada, ‘tomatela, cómo lo vas a lesionar, vale 20 palos'”, me dijo.
De Boca al mundo
Con Tevez, el Chelo Delgado, Guillermo y Barijho por delante, su chance de ponerse la camiseta de Boca se hacía esperar. Pero la gota que terminó siendo su salida del club fue a fines del 2003, cuando el plantel viajó a jugar la Intercontinental ante el Milan de Italia, en Japón. El chaqueño iba a acompañar al plantel, pero Bianchi lo bajó.
“Habíamos jugado un fin de semana contra Colón en Santa Fe y cuando vuelvo a Buenos Aires me fui a esa Iglesia de noche (sic) y al otro día había que entrenar y daba la lista de los que viajaban. Fui al entrenamiento y no podía parar una pelota. Me agarró y me cagó a pedos, ‘¿te das cuenta el momento que está viviendo?’. Y no, con la corta edad que tenía. Entonces, en el pizarrón estaban escritos los nombres de los que viajaban a jugar, los que iban al banco y los que viajaban para entrenar, porque se viajaba una semana antes. Y estaba tachado Ariel Cólzera y viajó Franco Cangele“.
Fue la última vez. De ahí se fue a jugar a República Checa. Para luego llegar a Gimnasia de Jujuy, Atlético Rafaela, Huracán, Unión, San Martín de San Juan, Chile (Unión La Calera y Santiago Wanderers), Crucero del Norte, Temperley, Juventud Unida, Sarmiento, Deportivo Merlo, Ciudad de Bolívar y ahora Ramona, a 40 kilómetros de donde vive. A sus 38 años dice que quiere seguir jugando, mientras estudia para recibirse de entrenador y trabaja con los pibes.
Cuenta que unos años después le tocó volver a la Bombonera, con el Gasolero, el club donde más cómodo de sintió. Y se encontró con Guillermo Barros Schelotto, que se acercó a saludarlo. Pero su recuerdo más fuerte fue con Crucero del Norte.
“En la cancha lo jodía a Tevez: ‘¿te acordás? Te compraba los choripanes’. Me miraba y claro, yo decía ‘este loco jugó con Cristiano Ronaldo, con Rooney, y se van a acordar de mí. Nos tocó descender ese partido, estábamos en el vestuario todos llorando, viene el de seguridad de Boca y me dice ‘Ariel, te busca Carlitos’. Se me fueron las lágrimas, lloraba de felicidad. Salgo, viene Carlitos y me da una bolsita con la camiseta de él, del partido, y me dice ‘dame la tuya pendejo boludo -me decía así- Chaqueño boludo’. Corrí al vestuario, la busqué… ¿Esta camiseta fiera va a querer? Le di la de Crucero que era naranja, amarilla, azul. Era un Piñón Fijo, jaja. Me dio la camiseta, yo siempre dije que era una excelente persona y que a veces con esos gestos uno se lo guarda en el corazón”.
Como se guardó en el corazón cada paso que dio en Boca, aunque no haya sido una historia de títulos y gloria, llegar al club de sus sueños es algo de lo que jamás se va a olvidar.