El Club Atlético River Plate es uno de los conjuntos más grandes de Argentina y también del continente. Incluso, el equipo Millonario es reconocido repetidamente a nivel mundial, por lo que su grandeza es absolutamente innegable. Su palmarés, apoyado en una enorme cantidad de títulos a nivel local y continental, generó los cimientos de esta realidad.
Paralelamente, River se caracterizó, a lo largo de toda su historia, por tener grandes equipos y ser dueño de un semillero envidiable, formando futbolistas que posteriormente triunfaron en la primera plantilla, como así también en los conjuntos más poderosos de Europa y en la Selección Argentina. Pero, al mismo tiempo, también hubo tragos amargos.
En la actualidad y desde hace tiempo, el apodo “Gallina” es aceptado e inclusive utilizado por los fanáticos del equipo del barrio porteño de Núñez. Sin embargo, lo cierto es que ese mote tiene un origen muy poco feliz para River, ya que todo se originó con un partido que estaba encaminado hacia la gloria absoluta y que terminó siendo una pesadilla inolvidable.
La Copa Libertadores de 1966
El Millonario, que acumulaba varios años sin poder gritar campeón en el certamen doméstico, apostó varias de sus fichas a la Copa Libertadores, que crecía en importancia. Con un auténtico equipazo, el elenco conducido tácticamente por Renato Cesarini fue una aplanadora en la Primera Fase, liderando un grupo donde también estaban Boca Juniors, Universitario de Perú, Deportivo Italia, Alianza Lima y Lara.
Más tarde, en la Segunda Fase, River volvió a pisar fuerte. Con tres victorias, dos empates y una derrota, igualó con Independiente en el primer lugar de una zona también integrada por el propio Boca y Guaraní de Paraguay. Posteriormente, en el partido desempate con el Rojo -campeón vigente de la Copa Libertadores-, River ganó 2-1 y se metió en la gran final.
El partido fatídico
La primera final se desarrolló en Uruguay culminó con victoria 2-0 de Peñarol. Luego, la revancha en Buenos Aires arrojó como resultado un 3-2 en favor de River. En ese entonces, la diferencia de gol en la serie decisivano influía, por lo que el Millonario y el Carbonero debieron viajar hasta Santiago de Chile para determinar quién sería el gran campeón de América.
Ante la atenta mirada de más de 40.000 espectadores, la escuadra argentina arrancó con todo y se fue al entretiempo imponiéndose por 2-0 con goles de Daniel Onega y Jorge Solari. Sin embargo, en la etapa complementaria, Peñarol lo igualó gracias a Alberto Spencer y Julio Abbadie. Por último, en tiempo suplementario, el propio Spencer y Pedro Rocha sentenciarían la historia con un 4-2 histórico para los Charrúas.
El nacimiento del apodo
Al regresar de Chile, River debió presentarse por el torneo local. Le tocó visitar a Banfield y los hinchas del Taladro no dudaron a la hora de recibir al Millonario de una forma muy particular, aprovechando la derrota reciente para burlarse de manera contundente. ¿Cómo lo hicieron? Lanzando una gallina pintada con una banda roja al campo de juego.
En aquel entonces, prácticamente nadie imaginó que ese hecho marcaría el futuro de una forma tan implacable. Poco a poco, el apodo “Gallina” se fue repitiendo una y otra vez, quedando inmortalizado a la hora de acusar a River de cobarde. De hecho, nada más ni nada menos que 55 años después, ese mote continúa utilizándose todo el tiempo.
