Lo dijo y se liberó. Se quitó de encima cadenas propias y ajenas. Prejuicios y miradas. Es otro y, a la vez, es el mismo. Él mismo. Josh Cavallo ganó mucho más que un partido de fútbol. Justamente, en el mundo del fútbol, un ambiente machista, homofóbico y misógino como pocos, un jugador de fútbol en actividad dio un paso al frente y contó la verdad. Su verdad. Sin mediar ni analizar consecuencias. Lo hizo convencido y le dijo al mundo que es homosexual. Al cabo, ¿qué tiene de malo, no? El ser humano es libre de elegir y decidir. Y nada ni nadie puede definir qué es bueno o malo para una persona en cuanto a su sexualidad.
Josh Cavallo juega como lateral izquierdo o mediocampista central y tiene 21 años (13 de noviembre de 1999). Nació en Bentleigh East, Australia, y, actualmente, juega para Adelaide United, en la A-League (la principal categoría) Su vínculo con el fútbol se inició en las divisiones inferiores de Melbourne City, donde llegó a representar a los equipos juveniles. Todo parecía encaminado hasta que en abril de 2019 el club le notificó que no le renovaría contrato y, con 19 años, Cavallo se quedó sin poder debutar en la A-League. Quedó libre y, dos meses después, se sumó a Western United. Recién debutó en la máxima categoría el 3 de enero de 2020. Aquel primer partido se dio contra su ex club. Fue derrota 3-2 ante Melbourne City. Josh ingresó a los 26 minutos del segundo tiempo. Su presencia en cancha fue buena. Le cometieron un penal que su compañero (Besart Berisha) intercambió por gol.
Jugó durante un año y medio para Western United y, a fines de febrero de 2021, pasó a su actual club, Adelaide United, donde ya le renovaron su contrato hasta junio de 2023, merced a sus buenas actuaciones. En la última temporada, su equipo no pudo clasificarse para los playoffs y quedaron séptimos en la tabla general. Ahora, Josh y sus compañeros están en plena pretemporada para jugar la Liga 2021/22. Su primer cotejo será ante Perth Glory, el próximo 20 de noviembre.
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El caso de Cavallo se suma al de Andy Brennan, exjugador de la A-League, quien en 2019 se convirtió en el primer futbolista profesional masculino de Australia en afirmar públicamente que era homosexual mientras jugaba. Otro caso fue el de Olivier Rouyer, en Francia, quien, como comentarista de la TV francesa, confesó su realidad. En 2014, el alemán Thomas Hitzlsperger anunció que era homosexual, un año después de anunciar su retiro del fútbol. Otro ejemplo es el de Robbie Rogers, quien comunicó que era gay cuando se retiró del fútbol profesional en febrero de 2013 (regresó a LA Galaxy de la MLS tres meses después y ganó la Copa MLS).
En el fútbol el tabú es tan grande que lleva a sus protagonistas a ocultar su verdad, a esconder su realidad (como suele decirse) en el armario o placard. En otros deportes, acaso, se torna más fácil hablar. En básquet aparecen los casos del chileno Daniel Arcos, que en 1994 habló públicamente de su homosexualidad en una carta, o el argentino Sebastián Vega, que en marzo de 2020 publicó su verdad en su cuenta de Twitter. En el vóley aparece Facundo Imhoff, quien, como tantos otros, fingía ser heterosexual hasta que se cansó, habló y se liberó. O el jugador de rugby galés Gareth Thomas que, en 2016, en una entrevista contó que supo de su orientación sexual desde los 16 años pero que mantuvo el secreto por temor a sufrir discriminación.
La verdad nos hace libres!
Mensajes como el de Josh Cavallo y el de sus precursores son un grito en el desierto. Un potenciador mayúsculo en medio de tanta discriminación y miradas con desdén. Algo que en el fútbol femenino, acaso, se vive de otra manera. El contraste es enorme con el fútbol femenino, donde hay jugadoras lesbianas y se asume con total naturalidad.
Hoy es el caso de Cavallo. Ojalá que pronto sean otros y otros y otros. Tantos como sean necesarios. Tantos como quienes deseen hacerlo. Porque, en definitiva, la verdad es la que (nos) hace seres libres. Y acabar con la homofobia no es solo que un deportista le exprese al mundo quién es en verdad. Terminar con la homofobia también es romper con esos axiomas vestidos de insultos homofóbicos o de cánticos en los que se habla de ser más que el rival por un mero acto sexual en el que un hombre somete a otro. Vaya paradoja, allí, en ese acto, se esconde, simbólicamente, una relación homosexual. Casi un anacronismo en épocas en las que el fútbol resiste un cambio mental y cultural que, tarde o temprano, se impondrá.