“Vamos Checo, sí se puede, rebasa a Hamilton”, gritó con fuerza una lover de Sergio Pérez en la grada. Sus palabras fueron aliento para que miles de voces se sumaran a ese deseo con el canto de “olé, olé, olé, Checo , Checo” en las últimas cinco vueltas.

Esa pelea milimétrica por el según lugar entre el piloto mexicano y Lewis Hamilton provocó una euforia colectiva al más puro estilo de un partido de futbol: se ondearon banderas, proliferaron cánticos y se llegó a abuchear al visitante. Los corazones estaban con Checo.

Quienes bebían con prisa su cerveza para refrescarse del calorón, se olvidaron de disfrutar el elixir y lo tiraron de la emoción por alentar al ídolo nacional del automovilismo.

También hubo uno que otro asistente despistado que se despertó debido al clamor de la gente. ¡Se había quedado dormido a lo largo de toda la carrera!

Si bien es cierto que Sergio Pérez culminó en tercer sitio, los aficionados en las gradas lo vieron llegar primero. O al menos así lo manifestaron con porras acompañadas de sinceras emociones como “eres nuestro orgullo, Checo”. Y cómo no, fue profeta en su tierra al ser el primer piloto mexicano en subir al podio dentro de la historia del Gran Premio de México.