Más de 10,000 personas se dieron cita en el Monumento a la Revolución para ver el partido entre México y Argentina como parte del FIFA Fan Fest en Ciudad de México. Una de ellas fue la señora Catalina Suárez, mujer enfundada en su camiseta verde que acudió motivada por la melancolía. Víctima de Covid-19, su marido falleció en noviembre de 2020. “En el Mundial pasado vimos los juegos de México en el Zócalo. Si él viviera, seguro me hubiera pedido que viniéramos. Por eso quise venir, es una forma de tenerlo presente. Ya estaría sufriendo con la Selección”, compartió mientras presumía su camiseta con el nombre de Manuel en memoria de su esposo. Tenían 28 años de casados.

No fue la única afectada por la pandemia que asistió para sufrir y disfrutar con el Tri. Juan Carlos Méndez, un hombre de 45 años, acudió con su esposa e hija con el deseo de celebrar un triunfo mexicano. Para él cobró mayor importancia el entusiasmo hacia la Selección Mexicana luego de haber cerrado su papelería como consecuencia de pocas ventas durante el confinamiento y la inseguridad manifestada con dos asaltos a mano armada. “El futbol nos pone de buenas. Y ver ganar a México, más”, dijo minutos antes del silbatazo inicial, previo a una derrota que en su ilusión no tenía presupuestada.

Así como Catalina y Juan Carlos, cientos de aficionados quisieron olvidar a través del juego sus amargas o tristes historias pandémicas. Hubo hijos que vivieron su primera Copa del Mundo sin sus viejos porque murieron debido al coronavirus, madres que llevaron a sus pequeños después del abandono de sus parejas, profesionistas que trabajan como repartidores de comida por aplicaciones porque no han encontrado empleo en sus respectivas áreas laborales. En otras palabras, muchos habitantes capitalinos heridos por el paso de la pandemia quisieron desahogar el malestar alegrándose con el futbol. O eso intentaron, porque el Tri no obtuvo el resultado esperado. Y lo que es peor, hilvanó 90 minutos más sin anotar gol.

“En Mundiales anteriores lo hemos hecho, pero en este ni a la portería de los rivales nos hemos acercado. Es muy frustrante reunirnos con ganas de gritar goles y que no podamos festejar uno solo. ¡Ya hasta Catar hizo uno!”, expresó Luis Medina, aficionado que apoya a la Selección Mexicana desde Francia ‘98 y no recuerda una fase de grupos tan gris para la ofensiva nacional.

Desde los partidos contra Suecia (0-3) y Brasil (0-2) en Rusia 2018, sumando los juegos contra Polonia (0-0) y Argentina (0-2) en Qatar 2022, México suma cuatro partidos mundialistas sin marcar. La situación es todavía más molesta y decepcionante para la afición porque en la actual Copa del Mundo prácticamente no ha habido tiros a portería por parte de los jugadores tricolores.

El sinsabor emanado de la Selección Mexicana durante el proceso de Gerardo Martino se extiende. Poca fe, reducidas esperanzas. La caída frente a la Albiceleste provocó tristeza y enojo. Quienes llegaron emocionados al partido con la idea de festejar un gol, se marcharon con la sensación agridulce de anticipar un fracaso rotundo para México. Resignados e irritados partieron a sus destinos haciéndose a la idea de una posible tragedia futbolera. ¿Cuál? El Tri yéndose de Qatar 2022 sin convertir un solo gol.

Pero, ¿qué significa el gol para los aficionados? “Es lo que le pone sabor al futbol”, “se trata de lo máximo que puedes sentir en un Mundial”, “te la pasas animando a tus hijos por cuatro años para gritarlo juntos cuando caiga”, “se supone que es lo que nos hermana”, “es lo que le da sentido a que soñemos con llegar más lejos”. Un sinfín de sentires, una gran variedad de expresiones comprende la concepción de un balón enviado a la red contraria. En el caso de los mexicanos es además sinónimo de fiesta o reunión; el gol es pauta para conversar, o excusa para emborracharse de buen ánimo.

Por piedad, o porque ya no queda de otra, una afición desilusionada suplica al cielo que caiga por lo menos un gol contra Arabia Saudita. No se lo piden a los jugadores, sino a lo que caiga, y es que la amargura por la derrota pesa al grado de dejar de creer en los futbolistas. Amparados en la manifestación de un milagro, algunos demandan la intervención de sus difuntos futboleros para que México anote por lo menos un gol.

Basta un gol para esperanzarse de nuevo, para conectar otra vez con una Selección Mexicana que a su entender les debe futbol y alegrías. Pero no todos piensan así. Hay aficionados que se resisten a claudicar en el desencanto y apelan al recurso del último suspiro para confiar: “Mientras los árabes no nos hagan uno, seguiremos de pie”. Mientras tanto, un gran número de capitalinos mantienen reprimido el grito de “goooool” como una dolencia más de la pandemia.

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