Su nombre era y es José Alvarado Nieves. Los aficionados a la lucha libre se encargaron de fragmentarlo en dos versiones como ídolo arriba del ring: Brazo de Plata y Súper Porky. Podría decirse que son el mismo gladiador, sin embargo, no es así. Cada uno de sus nombres tuvo una época distinta y un público diferente, no obstante, muy querido en ambos.

Ir a las luchas durante los ochenta y los noventa era una experiencia netamente luchística para verlo junto a sus hermanos Brazo de Oro y el Brazo. Con la escuela heredada de su padre, Shadito Cruz, los Brazos recurrían a la técnica para medirse a sus rivales con los movimientos tradicionales.

 

Pero no eran precisamente un trío de gladiadores dóciles cuando les exigían luchar con rudeza. Tan se acoplaron bien a ese nivel que llegaron a protagonizar funciones encarnizadas contra adversarios como Los Villanos, sus verdugos en una de las luchas de apuestas más célebres en la historia del pancracio nacional. 

Sin sus caretas, los hermanos Alvarado Nieves fueron bien acogidos por el público, sobre todo Brazo de Plata, quien de inmediato logró hacer clic con los asistentes a las arenas por un detalle relacionado a su físico, el sobrepeso. Ingrata o inexplicable, esa identificación con la obesidad le jugó a su favor para consolidarse con un nicho especial, los niños.

 

 

Al notar que era simpático para los pequeños aficionados, tomó una decisión que ayudó a su consagración. ¿Cuál? Cambiarse al bando técnico. Una vez definido como científico moldeó la figura con que se le identificó en el siglo XXI, es decir, la de Súper Porky. Con esa faceta supo compaginar la lucha como deporte y espectáculo en aras de satisfacer a la gente que pagaba un boleto por verlo sentándose en un rival o jugando a las escondidas abajo del cuadrilátero.

Pero todo lo anterior es recuerdo a partir de ahora; José Alvarado Nieves falleció a los 56 años de edad en Ciudad de México. Las luchas de Brazo de Plata y el show de Súper Porky habrán de perdurar en la memoria de generaciones que crecieron disfrutándolo en vivo. 

Aunque no ha muerto del todo. Su legado permanece también en la escuela que heredó en sus hijos Psycho Clown, Máximo y Goya Kong, portadores del espíritu luchístico que estuvo rodeado de aplausos hasta su última funcíón.