La cita que más se espera en México durante el calendario de las eliminatorias mundialistas llegó esta noche. El Tricolor regresó a Ohiocon los fantasmas de Columbus ahuyentados, pero con una nueva historia por escribirse en Cincinnati, tierra fría y con ambiente netamente estadounidense en la que el equipo de Gerardo Martino buscaría sacarse las espinas de los duelos en Copa Oro y Nations League.
Sin achicarse por el escenario y la condición de visitante, el conjunto mexicano propuso un juego de tú a tú en la cancha del TQL Stadium en el que las ocasiones más claras de inicio fueron para ellos. Primero en los pies de Hirving Lozano, quien escapó a velocidad hasta el área norteamericana y sobre la marcha sacó un disparo que resolvió de buena forma el arquero Zack Steffen.
Minutos más tarde vino la ocasión más clara para la Selección Mexicana en el primer tiempo. El Chucky levantó la cara y sacó un trazo largo y preciso al movimiento de un Jesús Corona que se posicionó sin marca ante el arco norteamericano, con toda la ventaja para rematar, pero su definición fue deficiente y de forma increíble mandó la pelota por un costado.
Entre las fallas de México y las dificultades de Estados Unidos para generar peligro, ambos equipos se fueron al descanso sin goles en el marcador; la igualada los dejaba en igualdad de circunstancias en la tabla del Octagonal, aunque ninguno de los dos querría conformarse y saldrían al complemento a buscar los tres puntos.
En ese tenor, fueron los locales los que arrancaron con mayor intensidad. El agobio fue evivente, los centros vinieron de forma constante al área mexicana en donde el Chaka Rodríguez sufría para rechazar y los centrales no se imponían, lo que propició remates de Aaronson y McKennie que hicieron sudar frío a la zaga azteca.
El cronometro avanzaba y pese a que se mantenía el dominio estadounidense, este no se reflejaba en el marcador. En ese mismo tramite, el juego se calentó y vinieron conatos de bronca en donde el árbitro tuvo que intervenir con tarjetas amarillas para evitar que el duelo se le saliera de las manos.
En medio de una pasmosa calma de Gerardo Martino, quien no daba señales de modificar a su equipo pese a que se veía ampliamente superado en el campo, vino un mazazo que sacudió al Tricolor. En una de las frecuentes apariciones de Weah por la banda derecha vino un centro que Christian Pulisic aprovechó para cabecear ante una deficiente marca del Cata Domínguez, que ni siquiera se dio cuenta cuando le ganaron la posición. México se iba a la lona en Cincinnati con el tanto del 10 norteamericano.
Cerca del final, con un México desorientado y necesitado del gol del empate, vino la estocada definitiva. McKennie se encontró con un rebote otorgado por Carlos Rodríguez para posicionarse dentro del área y definir con un disparo cruzado, imposible para Guillermo Ochoa. El “dosacero” estaba de regreso.
Los fantasmas de Columbus se mudaron a Cincinnati. El “dosacero” apareció una vez más como una daga que se clavó profundo en el orgullo tricolor. Estados Unidos desnudó las carencias defensivas de una Selección Mexicana que en el complemento no existió y ahora tendrá que ir a Canadá a otro juego de exigencia.