La historia de Paddy Lacey es de las pocas con potencial para escribirse en un guión. El oriundo de Liverpool pasó de jugar al fútbol en la League Two de Inglaterra, la tercera categoría del país, a comenzar una carrera en el mundo del boxeo, en el M&S Bank Arena de su ciudad natal.

En 2016, con 23 años, el volante se desempeñaba en Accrington Stanley y su futuro en el fútbol era prometedor, pero una noche tras el clásico entre Liverpool y Everton tuvo que hacerle una confesión a su padre: "Tuve que decirle que había fallado una prueba de drogas y que iba a ser baneado del fútbol. Fue lo más difícil que tuve que hacer. Sabía que lo rompería". 

 

A Lacey, según contó en Goal, le encontraron rastros de cocaína que admitió haber consumido en la Navidad anterior con la esperanza de que el tiempo entre la fiesta y la prueba borrara la huella. La Football Association le dio 14 meses de suspensión y todo se fue en picada. 

Semanas después del castigo, fue arrestado en el Festival Glastonbury por posesión de drogas por lo que fue encarcelado durante cinco meses, antes de haber sido liberado con una tobillera electrónica: "Todo iba cayendo en espiral y no podía frenarlo. Ese fue mi punto más bajo". 

Tras haber cumplido la condena, un amigo lo invitó a jugar en la liga dominical, pero un suceso inesperado entró en escena. Lacey se rompió la rodilla y se dislocó el codo al caer. No se recuperó completamente, pero de todos modos se animó a realizar una prueba en Yeovil Town

¿El resultado? Rotura de ligamento cruzado anterior, cirugía de reconstrucción y nueve meses afuera de las canchas. Contrajo Sepsis, una complicación en la intervención, que lo devolvió al hospital y su vida estuvo en riesgo, pero logró salir también de esa.

 

Eventualmente volvió al fútbol y ahora se desempeña en el Chester de la sexta división, además de ser el jefe de una empresa de alfombras en Bootle. Pero no se conforma con eso, el próximo mes iniciará su carrera como boxeador en Liverpool, peleando en la noche encabezada por el duelo entre Conor Benn y Katie Taylor. Su vida es una verdadera montaña rusa.