Nunca un equipo mexicano había finalizado en la sexta posición del Mundial de Clubes. Por eso, la decepción es más grande todavía para las Chivas de Guadalajara.

A quien le tocó hacer de villano esta vez fue a Isaác Brizuela, quien tiró por encima del travesaño un penal clave en la definición, dando lugar a que Dhaouadi le diera el triunfo al equipo tunecino.

El yerro de Brizuela prueba una vez más que el fútbol puede muchas veces ser injusto, porque había sido uno de los mejores jugadores del equipo mexicano en la competición.