No es que Marcos Rojo se tome cada entrenamiento como si fuera el último. No. Se lo está tomando como si se tratara de la final del Mundial, como si sus compañeros fueran, otra vez, esos alemanes que en Brasil 2014 no paraban de mostrarle la pelota.
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Al menos eso debe haber pensado Franco Armani, uno de los más nuevos en el seleccionado argentino, que vio como el defensor del Manchester United se le tiraba con todo a sus pies.
Por fortuna, el arquero de River estaba atento y llegó a pegar el salto a tiempo, porque si Rojo lo hubiera agarrado de lleno con su entrada podía haber puesto en riesgo su participación en el Mundial. Mínimo, para un reto de Sampaoli.