Escapó hacia Europa en 2020 en protesta por la opresión hacia su género que impone, desde tiempos inmemoriales, el régimen iraní. Fue bronce en taekwondo en los Juegos Olímpicos de Río 2016 para transformarse en la primera mujer en conseguir una medalla para Irán. Ese día, Kimia Alizadeh se convirtió en una celebridad en su país. Tiempo antes había sido homenajeada tras ganar el Campeonato Mundial Junior, en 2014, la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de la Juventud de Buenos Aires 2018.

Su influencia creció tanto que la presión interna y externa la hizo explotar. Su vida estalló por completo. Se cuestionó toda la hoja de ruta que la había llevado a la cima. Un lugar que empezó a gestionar a los 7 años cuando ingresó a un gimnasio de Karaj, la ciudad en la que nació el 10 de julio de 1998. En verdad, se inscribió en clases de taekwondo porque no tuvo otras opciones. El taekwondo era el único deporte que se le enseñaba a las mujeres. En solo un año se convirtió en campeona.

Sin embargo, Kimia aprovechó la enorme popularidad para marcar el terreno a costa, incluso, de exponer su propia vida en juego. La deportista se encolumnó detrás de la lucha para defender los derechos de la mujer en su país. Descontenta con la problemática de género y con el uso político hacia los deportistas, tomó una drástica decisión. Se fugó de Irán para exponer las “herramientas de un régimen que quiere explotar políticamente el éxito deportivo y que humilla a mujeres como ella”.

“No soy una heroína. Soy una de los millones de mujeres oprimidas en Irán con las que jugaron por años”, publicó Kimia Alizadeh el 11 de enero de 2020, en su cuenta de Instagram. Ese día anunció públicamente su postura de vida. El revuelo que se generó causó pavor en un país en el que la mujer tiene, por increíble que suene, un rol menor, casi sin derechos.

Su mensaje se difundió en el momento de máxima tensión entre su país y Estados Unidos, tras episodios como la muerte del general iraní Qasem Soleimaní en una operación estadounidense y el ataque con misiles por parte de la Guardia Revolucionaria de Irán, en represalia, a una base militar en Irak con presencia de tropas estadounidenses.

Aprovechó un viaje con su pareja para no regresar “nunca más”. Primero pidió asilo en Holanda, pero terminó asentándose en Alemania, donde se preparó para los Juegos de Tokio 2020. “Tuve días muy difíciles. Este año fue muy duro por la inmigración, pero él (su pareja) me ayuda mucho”, dijo. Y agregó: “El taekwondo cambió mi vida. Tengo 22 años y quiero ser campeona olímpica”.

El Comité Olímpico Internacional (COI) la reconoció como atleta refugiada. Kimia asegura que siempre será “una niña de Irán esté donde esté”, pero afirma que la lucha por los derechos de las mujeres es su gran prioridad.

En Tokio quedó en el 5º lugar y la parábola, cargada de una gran dosis de ironía, puso en su camino a Nahid Kiyani, una compatriota a la que venció con cierta facilidad.