Todo concluye al final, todo tiene un final, todo termina. La historia de la tenista belga Kim Clijsters bien podría ajustarse a la letra de Andrés Calamaro para narrar su decisión. Su punto de vista definitivo tiene que ver con lo físico y, sin dudas, también con lo afectivo y emocional.

“Tengo muchas cosas en mi cabeza alrededor de mi familia. Aunque todavía me encanta golpear la pelota. Con mi calendario, tres o cuatro días eran suficientes para mantener mi ritmo bajo control, pero sin duda para nada bueno si quería estar tres o cuatro semanas decidiendo jugar más torneos. Así hubiera pasado si hubiera decicido jugar en Australia. Todo esto no es posible a estas alturas con mis obligaciones con mi familia”, contó Clijsters.

La belga de 38 años (edad 38 años) que el 10 de agosto de 2003 alcanzó el puesto número 1 del ranking WTA, agregó: “Creo que mi determinación fue un gran factor cuando era pequeña. Esto es algo que vino de mis padres. Ellos siempre me empujaron a que pensara que tenía que dar el 100% hiciera el deporte que hiciera. Llegado un día, mi padre me dijo que tenía que darme cuenta de que cuando llegue el final de mi carrera no tendría que arrepentirme de nada de lo que di. Y más allá de cualquier otra cosa, eso es de lo que más orgullosa estoy de mí misma. Desde el momento en el que ponía un pie en la pista, ya fuera para un entrenamiento o para un partido, estaba entregada con lo que hacía. Di lo mejor que tenía”.

Ganadora de tres Abiertos de Estados Unidos y un Abierto de Australia, este (al parecer, el último) fue su último adiós al deporte que la llevó a lo más alto del deporte mundial. El primero fue a finales de 2007. Meses después, en febrero de 2008, se casó con el basquetbolista Bryan Lynch, con quien luego tuvo una hija llamada Jada. “Cuando dejé el tenis por primera vez mi padre estaba enfermo. Él hablaba de mí como si yo fuera a volver a jugar en unos pocos meses, algo que me dijo algo antes de que falleciera. Yo le decía que eso no iba a pasar ya. Después el hambre de la competición volvió de nuevo y emanó de haber sido madre. Aguardé durante algunas semanas a ver si la emoción por jugar seguía allí y comprobé que sí. Hay momentos en tu vida que sin duda te hacen madurar y ese fue uno de ellos. Perder a mi padre me hizo madurar muchísimo”, expresó.

A mediados de 2009, pocos meses después de haber sido madre, comunicó el regreso: jugó dos torneos antes de romper con todos los pronósticos. Tras jugar en Canadá y Cincinnati recibió un wild card para jugar el Abierto de Estados Unidos y sorprendió al mundo: se consagró campeona por segunda vez (la primera lo hizo después de vencer a la francesa Mary Pierce por 6-3 y 6-1) luego de derrotar a la danesa Caroline Wozniacki por 7-5 y 6-3.

Volvió a ganar el US Open por tercera vez en 2010 y lograría el título en Australia en 2011, antes de volver a retirarse después del US Open 2012. Reapareció en 2020, con 36 años, y de allí en más jugó de manera esporádica hasta su último torneo, el año pasado en Indian Wells.

“Mi pasión por el tenis nunca se irá haga lo que haga. Siento una gran necesidad de devolverle cosas al tenis porque he recibido mucho de él todos estos años. Nunca tendré arrepentimientos con respecto al tenis. Siempre he hecho lo que he sentido en ese momento. Y no tanto en función de lo bueno que sería para mi carrera a largo plazo. Me siento feliz de cómo todo se ha desarrollado a lo largo del tiempo”, dijo.